𝐄𝐈𝐉𝐈𝐑𝐎 𝐊𝐈𝐑𝐈𝐒𝐇𝐈𝐌𝐀

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*╚═══❖•ೋ° °ೋ•❖═══╝*𝑺𝒂𝒕𝒐𝒔𝒉𝒊'𝒔 𝑳𝒊𝒇𝒆

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𝑺𝒂𝒕𝒐𝒔𝒉𝒊'𝒔 𝑳𝒊𝒇𝒆

El hombre grande de cabellos casi albinos le pasa por encima y ya no logro ver con demasiada claridad. ¡Se estaba ahogando! O más bien hacía sonidos extraños. Me subo a uno de los escombros que había en la habitación y fijo mi vista en la escena nuevamente. Solo quedaba uno solo. ¿A dónde se había ido el hombre gordo y barbudo? ¿Había desaparecido, así como así? Estaba un poco confundida, así que la mejor opción era acercarme y preguntarle. ¿Para qué me iba a quedar con las dudas?

El hombre colocó una de esas máscaras extrañas en su rostro, aún no entendía cuál era la necesidad de hacer aquello. Aunque... aceptaba que su rostro daba un poco de miedo, pero, era el que tenía, debía de aceptarlo. El señor en concreto se hacía llamar Shigaraki —así le decían sus compañeros— pero yo más bien lo conocía como "el manitas"; uno de los hombres que solían visitar el lugar me concedió aquel apodo.

—¿Qué quieres maldito gato? —me pregunta con desprecio sin mirarme.

¿Maldito gato? Maldito tus muertos.
Dabi se asoma, me sorprendía que siguiera vivo con todas las locuras que hacía. El manitas se da la vuelta en su dirección, me mira a mí, lo mira a él, y finalmente chista con desprecio.

—Sácala de mi vista, no soporto los gatos —dice.

«Yo no te soporto a ti», pensé.
Dabi me llama haciendo una señal vaga con los dedos, ¿y este quién se creía?
Lo sigo en silencio por detrás y la habitación donde mágicamente el hombre barbudo había desaparecido quedó atrás. Miro a Dabi meticulosamente, sus cicatrices recubrían la mayor parte de su cuerpo, y me era un tanto asqueroso verlo. Los humanos eran extraños, ¿por qué no tenían pelaje como los animales? Era más cómodo que andar vistiendo ropa, ¿no les dará frío?

Afuera estaba todo oscuro, la densa penumbra de la noche invadía cada tramo del lugar. Había visto lugares llenos de edificaciones, pero aquel lugar parecía estar abandonado hasta por la misma naturaleza. Me sorprendería el hecho de ver más gente de la que no estaba acostumbrada transitar las calles. Los autos no suelen pasar por allí, ¿autos era el nombre correcto? Eran esas máquinas grandes con ruedas que servían de cálidas camas en donde dormir y pasar las tardes gélidas. Aunque no duraba mucho en paz y en soledad, ya que siempre el manitas me estaba controlando, ocupando mi servicio gatuno a todas horas. Él decía odiar a los gatos, entonces, ¿para qué me llamaba? Maldito bipolar.
Dabi avanzaba por la rúa como si una avalancha viniera atrás de él, y quizás había una, pero era invisible para mí. Las suelas de sus botas resonaban por todos los rincones viejos, llenos de moho y abandonados. Yo no tuve otra opción que correr detrás de él.

¿Por qué el manitas saltó arriba de un hombre?

—No hablo idioma de gatos —se burló.

Oye, oye, tú de noche balbuceas cosas inteligibles mientras un camino de babas sale desde las comisuras de tus labios hasta tu camiseta sucia.
Dabi sigue caminando con las manos en los bolsillos y el cuello estirado hacia atrás. Pisa toda la basura que está esparcida por el suelo, y más de una vez estuvo a punto de caerse. Se lleva puesto una lata de café helado y ni se entera de que hay otras trescientas más por delante... ni se entera.

𝐋𝐄𝐌𝐎𝐍𝐀𝐃𝐄 | 𝐛𝐨𝐤𝐮 𝐧𝐨 𝐡𝐞𝐫𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora