𝐋𝐄𝐌𝐎𝐍𝐀𝐃𝐄 | Recopilación de escritos cortos o extensos.
Sigue en proceso de edición y reedición.
• Algunos de los personajes que voy a utilizar en este libro no son míos, son creación de Kōhei Horikoshi.
• Queda completamente prohibida su...
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─━━━━━━⊱✿⊰━━━━━━─ Au! mágico/medieval
—¿Deidad del bosque? —preguntó confundido.
Sabía que iba en contra de mis principios hablar con los cazadores. Mas una vocecita en el fondo de mi cabeza me previno que la situación podía ser toda una farsa para poder secuestrarme y llevarme a donde el rey. Escuché con atención cada uno de los sonidos que nos rodeaban, las ramas secas en el suelo, las hojas de los árboles, los arbustos plantados al costado de los troncos. No me parecía advertir algún ruido fuera de lo normal. No había más cazadores cerca.
Respira, tuve que recordarme. No sabes si te están siguiendo. Continué mirándolo con los ojos entrecerrados, quería que el supiera que no iba a dar el brazo a torcer, ¿debía contarle lo de la deidad? Los pájaros seguían canturreando desde las copas de los árboles, estaban a la misma distancia en la que se encontraban antes: lejos del campamento. El bicolor dejó a la pequeña ardilla en el suelo rápidamente y yo ahogué un chillido de impresión. Pensé fugazmente en plantarme de un salto delante de él y lanzarle un centenar de rocas confiando en las posibilidades del universo para darle una en el ojo. Pero dudé, inhibida al no saber si realmente había cazadores por el perímetro esperándome con las lanzas empinadas, y entonces fue demasiado tarde.
—¿Quién es la deidad del bosque? —reiteró su pregunta—. ¿Acaso aquí se rigen por otro tipo de leyes? ¿Desobedecen al rey?
—No... aquí no nos manejamos con esas mierdas escritas en papeles —escupí las palabras como si fueran alguna clase de veneno.
—¿Entonces?
—¿Por qué habría de decirte?
—Podría cazarte y llevarte ahora mismo. Seguramente te darán varios años de calabozo —inquirió—. O quizás jamás salgas.
—¿Y qué pasaría si te mato ahora mismo?
—No luces del tipo de persona que mata a los demás —se encogió de hombros.
—¿Y cómo puedes estar tan seguro de ello? —entrecerré mis ojos. Me estaba sacando totalmente de mis casillas.
—Te has preocupado por una ardilla —dijo—. ¿Qué clase de asesino se preocupa por un animal así?
—Los animales no tiene absolutamente nada que ver aquí.
—Yo creo que sí.
—¿Quién eres? —le pregunté bruscamente.
—¿Ahora pretendes que nos presentemos?
Retrocedí un paso, pero una rápida ojeada a mi costado me mostró que había algunos ciervos descansando debajo de los robles. Me sentí arrinconada, sin salida. Si salía de allí pitando probablemente el bicolor lanzaría alguna lanza, no podía asegurar que no iba a descargar su ira con los animales. Debía armar un plan a toda prisa. Quizás cruzar como una avalancha por el camino estrello que armaban los arbustos y llevarme a los ciervos antes de que les hagan algo, pero ¿cómo iba a inmovilizarlo a él? Me concentré en su delgada figura estática mientras decidía qué plan era el que tenía más fichas para llevarse la victoria. Ninguno lucía una buena opción.
