Capítulo Once: Inseguridad y Temor

570 63 4
                                    

Por la mañana, Catrina volvió a presentarse en su habitación con el desayuno y una de esas pastillas rojas. Quiso preguntarle cómo se llamaba o de dónde procedía, pero la actitud reservada y cortante que le mostró desde que llegó —ni siquiera le respondió a sus buenos días—, la convenció de no hacerlo. Se la tomó sin darle mayor importancia, olvidándose de ella nada más empezó a alistarse y buscar su uniforme.

La preocupación y los nervios por el partido que se llevaría a cabo esa tarde nunca la abandonó en todo el proceso.

De camino a la escuela, ella decidió llamar a Paolo.

—Hasta que se digna la niña.

Dianora mostró una pequeña sonrisa al escuchar el falso tono de molestia en su voz. Aunque ella sabía que tenía motivos para estarlo, le había prometido llamarlo la noche anterior, pero con el entrenamiento que duró hasta la medianoche y que al llegar a casa cayera como una roca sobre su cama, olvidó hacerlo.

—Lo siento —murmuró arrepentida—, lo olvidé.

—No estoy molesto, pero si preocupado —Silencio—. ¿Qué has estado haciendo, Dianora? ¿Realmente es como dices al justificar tu ausencia de dos días? Sabes que puedes confiar en mí. De que haré lo que sea para solucionar el problema.

—Lo sé.

—Explícamelo, ¿Sí? —pidió.

—No podría explicarlo aunque quisiera —respondió, consciente de que esa respuesta aumentaría sus preocupaciones. Pero ella ya no quería seguir ocultándoselo—. Necesito hacerlo en persona. Es mejor.

—Iré para allá.

—¡No! —exclamó al notar que pensaba colgar.

—Dianora...

—Espérame allá, Paolo. Te explicaré todo en su momento, lo juro.

Silencio por su parte.

—¿Volverás a Italia?

—Estoy segura de ello. —aseguró.

—Entonces es algo muy malo.

Dianora no supo cómo responder a eso. Lo que ha estado pasando en esas dos semanas, era lo más malo y traumático qué había vivido —aparte de la muerte de su madre hace un año—. Pero no iba a decirle eso. No quería preocuparlo de más, por lo que, al ver por la ventana, notó que se encontraba cerca de la escuela y decidió usar eso como excusa.

—Estoy llegando a la escuela, prometo que te llamaré esta noche.

El silencio de su primo le dijo que había captado lo que estaba haciendo, pero no dijo nada. Debía de estar dudando de que lo llamara y se lo confirmó cuando se despidió con un escueto adiós. Dianora sintió angustia al ver la pantalla de su celular iluminarse y anunciar el fin de la llamada. ¿Dejaría de creer en lo que decía? ¿Se hartó de ella y no volvería a llamarla? Esas y más preguntas rondaban su cabeza cuando se adentra al gigantesco edificio.

En uno de los pasillos, cerca del laboratorio de química, divisó a David Samford y Joseph King, caminando entre empujones y carcajadas. Ella no quería interrumpir el momento entre amigos; aún sabiendo que no era de agrado de ninguno de los dos, pero eran los únicos que podían saber dónde encontrar a Jude, o cuál sería su primera clase. Necesitaba hablar con él urgentemente.

𝐃𝐄𝐂𝐈𝐒𝐈𝐎𝐍 • 𝑱𝒖𝒅𝒆 𝑺𝒉𝒂𝒓𝒑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora