Capítulo Ocho: Mark Evans

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El puente en el que se detuvieron tenía una vista impresionante, tanto por el cielo azul y el panorama de la ciudad desde ahí arriba, como por el campo de fútbol que había debajo. Ahí se encontraban unos chicos vestidos de uniforme azul con amarillo que, a pesar que a Dianora no le gustaba el color amarillo, les quedaba muy bien.

En ese momento, todos miraban como el que, suponía, era el capitán, por la banda en su brazo; y el portero, por el uniforme y los guantes, hablaba con uno más alto y recio que él. Este lo miraba con una seriedad escalofriante, diciéndole algo que pareció asustar de igual modo al capitán. Los demás miraban la escena con una sonrisa desde lejos.

Dianora soltó una risa cuando lo vio correr y al gigante perseguirlo. Apoyó las manos en la barra de metal para inclinarse un poco más cerca y así apreciarlo mejor.

—Ellos son el Raimon —Jude dijo de pronto, llamando la atención de Dianora. Mantenía la mirada fija en ellos, y ella notó que había vuelto a ser ese chico serio de siempre que mantenía bajo llave sus emociones. Pero había algo que no pudo entender y que a Dianora le pareció que resaltaba sin pudor alguno.

Anhelo.

Su tono de voz al hablar y su expresión lo mostraban claro, por mucho que él intentará ocultarlo.

«¿Cómo no hacerlo?», se preguntó desviando la mirada hacia los jugadores del Raimon. Ella había pasado poco tiempo en la Royal y esas cosas no siempre se veían. Internamente, ella deseaba salir e irse a otro equipo. O volver a Italia, con Paolo y sus compañeros de Orfeo. Puede que Jude lo ignorará a propósito o no se diera cuenta, pero sus actuales compañeros no confiaban en ella, y muy pocas veces eran Joseph o Jude quiénes se acercaban a hablar con ella. Estaba sola ahí. Jude, por otro lado, sí que tenía su respeto y confianza. Muchas veces los había visto bromear y jugar con pasión al final del entrenamiento, cuando el Comandante se retiraba. Observaba siempre desde lejos. Eran unidos, pero Ray Dark lo arruinaba. Dianora había pasado poco tiempo con esa parte autoritaria del Comandante, y ya no quería seguir junto a él. Jude y los demás habían pasado años siguiendo sus órdenes. Aceptando cada cosa que él decidía.

Jude estaba hartó, ella podía notarlo. El equipo de allá abajo debió ser el que lo hizo cambiar de opinión con base a su futuro. O darle ese empujoncito que necesitaba.

Tal vez, el traerla aquí, tenía ese mismo propósito.

Fue cuando Jude comenzó a alejarse de su lado que notó que los de abajo habían notado la presencia de ambos.

—¿Vienes? —preguntó deteniéndose para mirarla.

Rápidamente se acercó a él y caminó a su lado.

Estaba nerviosa. No sabía qué esperar de esos chicos. ¿Serían malos, serían amables? ¿Pensarán que están ahí para vigilarlos? Era absurdo hacerse esas preguntas cuando Jude, el controlador de emociones, parecía querer estar junto a ellos, pero no podía evitarlo. Cuando estaba nerviosa, pensaba negativamente.

Inesperadamente, el portero del Raimon llamó a Jude con un entusiasmo pasmoso. Era su rival, pero parecía feliz de verlo, ¿Cómo era eso normal?

Ella se quedó atrás, observando a Jude encontrarse con el chico.

Más de cerca, Dianora se maravillo de lo guapo que era; con una sonrisa deslumbrante y unos grandes ojos café que exudaban inocencia. Ella podía asegurar que ese chico podía conquistar a cualquiera si así lo quisiera. Y no solo de una forma romántica. Había algo en él, esa pasión con la que defendía a Jude y su pesimismo hacia la influencia que tuvo Ray Dark en él y todo el equipo de la Royal. Era su aura que te atraía como una polilla hacía la luz más brillante.

—Dianora —la aludida parpadeó, siendo consciente de que ambos chicos se encontraban frente a ella, mirándola. Por segunda vez se había perdido en sus pensamientos.

Sus mejillas se calentaron por la atención.

—Soy Mark Evans. —se presentó el chico extendiendo su mano enfundada en el guante hacia ella.

Dianora miró por un segundo a Jude antes de aceptar su mano.

—Dianora Lo Greco.

—¿En qué posición juegas? —preguntó con un entusiasmo que la desconcertó por un momento.

—Eh, defensa.

—Dianora se incorporó al equipo hace una semana —Jude se situó a su lado—. Viene de Italia.

Mark soltó una carcajada que se le hizo natural y divertida. Él chico con la banda en la cabeza era pura alegría.

—¡Qué bien! ¿Estuviste en un equipo allá? ¿Cómo es su fútbol? Debe ser impresionante. —miró al cielo, como si se lo estuviera imaginando.

—Sí, son muy buenos —es lo único que pudo contestar la italiana. Ese chico la impresionaba, era alguien interesante y Dianora no podía esperar por ese día en el que jugarían juntos.

—Oye, ya que están aquí, ¿Por qué no se entrenan con nosotros?

Tanto Jude como Dianora abrieron los ojos sorprendidos. Le alegraba no ser otra vez la única sorprendida.

—Somos tus adversarios —le recordó Jude sin poder disimular el desconcierto en su voz.

—¿Y eso qué tiene que ver? —cuestionó Mark ladeando la cabeza y mirándolos como si no comprendiera la reacción de ambos, lo que le hizo un poco de gracia—. Somos rivales, pero hoy podemos ser compañeros.

Ninguno dijo nada. Dianora ahora comprendía la melancolía de Jude al ver al equipo de Mark. Con un capitán así, ¿Quién no querría jugar a su lado? Estaba segura que esa era una de las cosas que él quería: Jugar a su lado.

—Otra vez será. —rechazó Jude tomando la mano de Dianora, quien ya no se sorprendía por su cálido contacto, y la guió con delicadeza de regreso al puente, dónde los esperaba el chófer de Jude.

Dianora se despidió de Mark agitando su mano, el chico respondiéndole del mismo modo.

En el camino de regreso, Dianora pensó en que se había equivocado. El equipo no había sido el que infundo a Jude las ganas de rebelarse contra Ray Dark, sino Mark Evans.

Sonrió a Jude cuando la miró.

—Me agrada —dijo—. Es un chico al cual se le nota la pasión que tiene por el fútbol, y eso me agrada.

—Así es Mark —acepta Jude devolviéndole la sonrisa—, y eso que no viste su parte más loca.

Ambos se quedan en silencio.

Mirando la ciudad a través de la ventana, Dianora pensó en Ray Dark y las ganas que tenía de decirle lo que pensaba. Se saldría del equipo Royal y le pediría que la devuelva a Italia. Al orfanato donde la enviaron después de la muerte de su madre; a su antigua escuela y al equipo Orfeo. Si se negaba o le sacaba lo de su padre, buscaría ayuda de Paolo. Buscaría ayuda de quién sea, solo ya no quería estar ahí. Ya se arreglaría con su padre cuando fuera a buscarla. Encontraría la forma de alejarlo. Paolo era inteligente, encontrarán algo juntos.

De pronto, Jude la sorprendió con una pregunta —¿o era más una afirmación?—.

—Vamos a mi casa.

—¿T-tu casa?

Asiente con una tranquilidad que Dianora no sentía.

—Me gustaría contarte algo.

Dianora lo miró por unos segundos, notando una punzada en su pecho al pensar en dejarlo atrás, pero no parecía tener más opciones, ¿Cierto? Los segundos se hicieron eternos, por lo que terminó incomodando a Jude con la intensidad de su mirada.

—Si no quieres... —empezó a decir, pero la chica lo interrumpió.

—Está bien —dijo recostándose cómodamente en el asiento.

Jude asintió, sintiendo alivio y le dijo al chófer que los llevará a su casa. Este asintió y cambió de dirección.

«Mark Evans adora el fútbol y yo lo detesto», fue lo que pensó la chica mientras dirigía su mirada nuevamente a la ventana. Ella no era digna de jugar junto a él.

𝐃𝐄𝐂𝐈𝐒𝐈𝐎𝐍 • 𝑱𝒖𝒅𝒆 𝑺𝒉𝒂𝒓𝒑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora