Capítulo 4

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-¿Qué quieres, Mikey?

-¿Cómo te diste cuenta que era yo?

-No hay muchas opciones, eras tú o un ladrón- me excusé. -¿Por qué me estás siguiendo? Nunca te vi por estas calles.

-Quería hablar contigo- miró a su alrededor. -¿Puede ser en la calle?

Rodé los ojos y salí primero del callejón. Ahora parecía nervioso. Justo cuando me convencí de que lo había espantado.

-¿Sabes qué le pasó a Chad?

Arqueé una ceja.

-¿Qué estás insinuando?- no contestó. -¿Acaso crees que yo tuve algo que ver?- me crucé de brazos.

-Bueno, no se llevaban bien y hoy en la clase sonreías mientras los demás hablaban de su muerte. No parece algo que haría alguien inocente.

Me reí, fue una risita moderada pero que al parecer puso más nervioso a Mikey. Quien apretó los labios e imitó mi postura de brazos cruzados.

-No sabía que eras detective. ¿Cómo debería llamarte Sherlock Way o Mikey Holmes?- se ruborizó y una oleada de su esencia golpeó mi rostro pero no me afectó en lo más mínimo. –Me reí porque todos hablaban de él como si fuera un buen tipo cuando nos estaba haciendo la vida imposible a ti, a mí y anda a saber a cuantos más. ¿Acaso a ti no te alegra?- pregunté algo exasperada por su actitud.

-¿Qué clase de persona sería si me alegra la muerte de alguien? Por más que me haya molestado. No está bien.- explicó un tanto molesto.

-Lo lamento, señor correcto- dije en tono burlón.

-Entonces.

-¿Entonces qué?

-¿Lo hiciste?

Ahogué una risa.

-¿Cómo podría hacerlo? Chad medía casi dos metros y tenía unos brazos que te podían reiniciar la vida de un puñetazo. Es ilógico.

-Tal vez actuaste acompañada.

-¡Claro! Porque conozco a mucha gente en Jersey capaz de ayudarme a asesinar y esconder un cuerpo. Mira ahí está uno de mis amigos- señalé a un anciano en la vereda del frente. –Hey, señor, venga a contarle a mi compañero cómo asesinamos a ese chico.

Amagué con cruzar la calle y Mikey me tomó del brazo para frenarme. Sus cejas se dispararon hacia arriba y lo único en lo que pude pensar fue preguntarme cuál de todas las anormalidades provocaron esa reacción. ¿Fue el frio bajo la tela o el hecho de que llevaba una camiseta de manga larga que no abrigaba en lo más mínimo?

-Ok, ya entendí. No tienes que comportarte como una loca- me soltó para frotarse las manos. -¿Tienes frío?

-No. Suelo tolerar bien el frio porque de niña viví en Alaska- no tenía idea de dónde saqué esa mentira pero parecía convencerlo. –Disculpa esa escena, solo me molesta que me crean una mala persona. Ya suficiente estoy lidiando con las burlas en la universidad.

-Yo debería ser el que se disculpe. Por seguirte y acusarte sin pruebas. Debí pensarlo mejor- agachó la cabeza. –Mi padre siempre me lo dice, que soy muy impulsivo y que debería arreglar eso antes que termine metido en problemas.

-Yo ignoraré eso si tú lo haces ¿trato?- le tendí una mano.

-Hecho- me estrechó la mano y vi los vellos de su mano erizarse.

-¿Segura que no tienes frío?- nos soltamos. –Tengo una sudadera de sobra en mi mochila.

-No te preocupes, es normal. Tengo la circulación sanguínea de una abuelita y eso provoca que tenga las manos y los pies congelados sin importar cuanto me esfuerce por calentarlos.

Love will kill you [Mikey Way]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora