Capítulo 37

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-¡MIKEY!- grité desesperada intentando levantarme con todas mis fuerzas.

Lo único que conseguí fue quedar sentada sobre la superficie mullida debajo de mí. Escondí el rostro entre mis brazos y piernas porque la luz blanca del lugar me cegó por completo y solté otro alarido de terror. Comencé a respirar agitada, con los ojos muy apretados intentando ordenar mis ideas.

¿Dónde estaba? ¿Qué pasaba? ¿Por qué sentía que si dejaba de jadear moriría?

Escuché pasos acelerados a mí alrededor. Lentamente y temblando levanté la cabeza hasta tener un poco de visión de lo que pasaba. Mis padres estaban delante de mí, mirándome estupefactos. Junto a ellos había unos enfermeros que me miraban de la misma manera. Bajé las manos con cuidado y deslicé los pies por el colchón hasta que las piernas quedaron estiradas. En ese momento tuve total noción de mi cuerpo y dónde me hallaba, lo que no explicaba cómo había llegado a un cuarto de hospital y por qué mi precioso vestido había sido cambiado por una bata de una tela gruesa y áspera.

-Bienvenida Hazel- dijo con cautela el doctor a mi lado, vestía una bata de médico tan blanca como las paredes de la habitación, un estetoscopio alrededor del cuello de su corbata y las luces del techo rebotaban el brillo en la piel de su calva. –Necesito revisarte- anunció descolgando el estetoscopio.

Apenas vi la punta redonda acercándose el corazón se me disparó.

-¡NO!- aparté el objeto de un manotazo. –No quiero- miré a mis padres. -¿Qué hacen ustedes aquí?

Mi madre se acercó, apartó al doctor y me abrazó con fuerza. No entendía lo que pasaba, quedé pasmada en el mismo instante que me rodeó con sus brazos. Era como si no la conociera, como si una extraña que usurpó su identidad me estuviera abrazando y yo fuera la única que se daba cuenta. El doctor mantuvo distancia, mientras tanto hacía anotaciones en un portapapeles.

-Por favor, dime que me recuerdas.- balbuceó mi madre en mi oído y me tomó por el rostro quedando cara a cara, ella lloraba, yo no comprendía nada de la situación. –Hazel, háblame- exigió entre sollozos.

-Esto no tiene sentido- dije con voz monótona y aparté sus manos. –Tú estabas muerta- el aroma de su perfume llegó a mi nariz y el estómago se me revolvió al recordar aquel día por lo que la aparté de un empujón y me agarré el cuello un instante controlando las náuseas. -¿Dónde está Mikey?

-¿Quién?- preguntó ella.

-Mikey. Yo no debo estar aquí-

Comencé a arrancarme los cables de los brazos y del pecho sin sentir la menos molestia, unas voces me gritaron que me detuviera pero no las escuché, toda mi atención estaba en pararme y huir. Intenté salir de la cama pero los enfermeros me detuvieron tomándome cada uno por un brazo.

-¡SUÉLTENME!- forcejeé con todas mis fuerzas. -¡BASTA! ¡NO LOS QUIERO LASTIMAR!- continué forcejeando, pateando al aire quitándome las mantas que me cubrían. -¡ALÉJENSE!-.

Cerré con fuerza mis manos y los ojos, apreté los dientes y me concentré lo más que pude, buscando esa sensación en mi interior. Aquel fuego interno que sentía antes de soltar la onda expansiva que había soltado otras veces y ahora era lo único que me podía salvar de ese momento.

No sentí nada, nada pasó por más que lo veía en mi cabeza con claridad. Seguí tirando, esperando que mi fuerza vampírica pudiera con ellos pero había desaparecido al igual que mi don. Gruñí por la frustración. ¿Cómo era posible que unos tontos mortales pudieran sostenerme?

-¡MIKEY! ¡FRANK!- grité con todas mis fuerzas cuando fijaron mi brazo derecho a uno de los lados de la cama con correas. -¡SISSY! ¡SISSY POR FAVOR NO DEJES QUE ME HAGAN ESTO!- en ese momento me ataron el otro brazo y tuve la gran idea de que podría morder a uno de los enfermeros, estaba a punto de hacerlo, cuando lo apartaron de un tirón y apareció Sissy arrodillándose junto a la cama.

Love will kill you [Mikey Way]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora