Capítulo 3.

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Algo que amaba de las noches de sábado en Jersey, era que no se diferenciaban mucho de las noches de sábado en Oregon. Si sabías donde buscar, pasabas de transitar calles llenas de gente divirtiéndose y bebiendo, a calles desoladas donde solo oías tus pasos en la acera.

Esa noche en particular, ya tenía en la mira a mi objetivo. Como buena cazadora la clave era la paciencia y vaya que la tuve. Lo seguí desde la universidad sin ser vista y aguardé fuera de aquel antro asqueroso hasta que salió tambaleándose. Luego empezó la mejor parte. Mantuve una distancia prudente ya que no se encontraba solo. Tapando mi cabello y rostro con la capucha. Hasta que se despidió de sus amigos en una esquina. Pero seguía su camino junto a una chica que no conocía. Podía dejarla fuera de esto mientras no descubriera quien era.

Seguí a la pareja otro par de cuadras, hasta una de mis calles favoritas por la desolación que las caracterizaba. Él arrinconó a la chica contra una pared en la entrada de un callejón. Observé lo mal que besaba y lo rápidas que eran sus manos para meterse bajo la falda de su acompañante. En un momento ella quiso apartarlo pero él la ignoró y entré en acción.

-Te dijo que no- dije con seriedad, lo tomé del hombro y apreté el agarre hasta que oí un crujido y él soltó la boca de la chica para gritar de dolor.

-¡¿Qué quieres?!- preguntó volteando la cabeza.

-Comer- contesté y le mostré mi sonrisa más amplia donde se apreciaban mis colmillos a la perfección por el contraste que hacían con el labial rojo.

Mordí su cuello antes de que pudiera decir otra cosa. Lo tiré al suelo luego de la primera probada y miré a la chica que lo acompañaba. La había salpicado sin darme cuenta.

-Vete o serás la siguiente.

No sé con seguridad en qué momento corrió por su vida. Yo estaba demasiado ocupada disfrutando de mi cena. Realmente sabía exquisito y el alcohol que ingirió le daba notas agrias que me recordaban a las noches de chupitos con mis viejas amigas.

Quedé satisfecha luego de unos minutos, arrastré el cuerpo hasta un contenedor y lo tiré dentro sin problema. Cuando volví a salir a la calle me di cuenta que estaba un poco mareada. Sacudí la cabeza y eructé para aliviar la pesadez que sentía en el estómago. Tal vez había sido demasiado un chico de su tamaño para una sola noche pero desde hace semanas que ninguna sangre animal calmaba mi sed y él lo merecía.

***

El lunes en la universidad todo parecía normal, excepto por el detalle de que ya no era el centro de miradas y burlas. Todos estaban demasiado ocupados en mirar sus teléfonos y hablar entre sí. Tenía los auriculares a todo volumen para evitar escuchar sus charlas. Era increíble cómo podía agotarme oírlos todo el tiempo hablando cosas sobre mí, buscando cualquier detalle para casi hacer un libro al respecto. No solo eran las chicas que oí en el baño. Los chicos también formaban parte del juego "hagámosle la vida imposible a la nueva" para colmo no era algo solo contra mí. También contra quien quisiera acercarse y el único que parecía soportarlo, por desgracia, era Mikey. El chico con la sangre de oro.

Por más que intenté mil veces alejarlo, siendo fría o mostrándome incómoda porque realmente lo estaba. El destino y sobre todo los profesores, parecían conspirar en mi contra. Poniéndonos a trabajar juntos, cruzándome con él en cada pasillo, siendo dos de los estudiantes más solitarios del campus.

-Hazel- oí cuando acabó una canción, rodé los ojos y agradecí haberme comido a ese chico porque eso evitó que el aroma de Mikey me afectara. Volteé a verlo. –Wau, ¿lentillas nuevas?- se señaló los ojos. -¿Qué color son?

Tuve que mirar en el reflejo de sus anteojos para estar segura.

-Ámbar. Y ya deberías saber que no son lentillas, todo el mundo ya lo sabe y no pararon de hablar de eso por dos semanas- recordé con fastidio y me crucé de brazos.

-Nunca te pregunté así que no lo creí, sabes que les encanta crear rumores.

-Parece ser el hobby favoritos de los futuros historiadores. Disculpa que te hayan metido a ti también.

Los rumores que nos incluían a ambos eran los que más me molestaban. Hablaban de que éramos la pareja de raritos. Que seguro él había pagado para andar conmigo o que yo le había hecho un amarre para estar juntos a cada momento. Hablar de hartazgo le quedaba chico a lo que sentía por aquella situación pero estaba segura que esa semana, todo cambiaría.

-No me molesta. En la preparatoria aprendí a ignorarlos. Era eso o estudiar en casa y no había dinero para eso.

-Ya veo- bajé la mirada. –Nos vemos en la clase entonces.- pasé a su lado, aproveché que éramos los únicos en ese pasillo y que él seguía de espaldas para salir de ahí a la velocidad del viento.

Al inicio de la clase la profesora de Historia Clásica me sorprendió por el tema del que empezó a hablar. El hallazgo del cuerpo de uno de los estudiantes en un contenedor de basura en el centro de la ciudad. Varios se sumaron a la charla, al parecer la noticia se había dispersado más rápido de lo que creía. Quería ocultar mi sonrisa con una mano pero era inevitable. Si escuchaba a alguien más decir que era una excelente persona que no merecía morir tan joven iba a reírme tan fuerte que asustaría a todos.

Miré a mí alrededor, todos esos rostros cargados de pesar. Excepto uno, el de Mikey, que me miraba como si buscara algo en alguna de mis facciones. Bajé la mirada, aparté la mano y cuando volví a mirarlo a los ojos le mostré la sonrisa más maliciosa que logré improvisar. No pudo sostenerme la mirada, estábamos en extremos opuestos del salón pero estaba segura que vi su rostro palidecer y su labio inferior temblar cuando lo hice. Lo asusté y durante el resto de la clase no volvió a mirar en mi dirección.

Era un alivio y ese día al parecer se basaba en darme pequeñas alegrías. La muerte de Chad, uno de los más conocidos en la universidad y principal cerebro operador de las burlas masculinas hacia mí, había extendido un manto de tristeza sobre la mayoría de los estudiantes. Dejándome en segundo plano y la libertad de caminar sin tener que ponerme los auriculares a todo volumen.

De regreso a casa preferí caminar, todavía faltaba un rato para que Sissy se deshiciera de las visitas que estaban en nuestro hogar. Al parecer a las sesiones de quimioterapia no iban solo a sentarse y ser medicadas a niveles peligrosos. También se podía hacer amistades y ella había conseguido un par de mujeres que no tuve el gusto de conocer en persona pero tampoco tenía interés.

Luego de cruzar una calle comencé a escuchar pasos detrás de mí. Se oían muy cercanos, coordinados con los míos. Iba a mirar por encima de mi hombro pero su esencia llegó antes de que lo hiciera, provocando que me relamiera los labios. No aceleré ni disminuí mi andar. Seguí caminando como si nada. Hasta que divisé a lo lejos un callejón. Entré sin dudarlo, estaba vacío. Unos pasos después lo enfrenté.

-¿Qué quieres, Mikey?

Love will kill you [Mikey Way]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora