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La nieve cubría los rostros de ambos, en especial las largas y onduladas pestañas de Alyssa, mientras que Draco tenía las mejillas rosadas al igual que la punta de la nariz.

Eran las once y treinta cuando llegaron al restaurante determinado por Alyssa, ambos entraron y pidieron una mesa.

No era la primera vez que Draco invitaba a una chica a una cita, pero si era su primera vez en un restaurante muggle.

- ¿Debo quitarte el abrigo? - le preguntó a Alyssa.

- ¿Estás teniendo una cita conmigo, Draco? - le sonrió Alyssa.

- Podría ser una cita, si tu lo quisieras, Lyss - le sonrió de vuelta.

- ¿Cómo son las citas en tu mundo, Draco? - preguntó con una pizca de curiosidad.

- He pasado el tiempo suficiente en el mundo muggle como para notar las diferencias, así que te las diré - dijo mirando el menú - usas magia para todo, para la comida, las bebidas, incluso para llamar a los camareros, por lo general las personas transforman los objetos en cosas tontas como rosas o flores, demasiado intenso para mi gusto.

- Y cuál es tu gusto, Draco - pregunto Alyssa sin alzar la vista del menú.

- Te lo diré al llegar a casa - Draco le sostuvo la mirada un par de segundos y luego la volteó hacia el camarero.

- ¿Qué desean ordenar? - preguntó el mesero.

- Quiero un brandy  - dijo Draco - nunca los he probado.

- ¿Identificaciones? - pidió el mesero.

- Sólo queremos dos chocolates calientes y el menú navideño, por favor - pidió Alyssa riendo.

El mesero tomó su orden y se marchó en dirección a las cocinas, con media sonrisa en la cara.

- Debes tener veintiún años para tomar alcohol, Draco - le dijo Alyssa - son las reglas.

- Me gusta romperlas.

La Ravenclaw que conquistó SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora