2. Regla #1

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Regla #1: El amor a primera vista no existe

11 de mayo de 2019

Contra lo que el mundo puede pensar, a mí no me gusta tomarme fotos y mucho menos participar en una sesión profesional de fotografías luciendo la camiseta del Chelsea. Sí, obvio que cualquier chica mataría con estar en mi lugar ahora mismo: rodeada de cuatro fotógrafos, un staff completo de maquillaje y el personal de marketing del equipo londinense. Y si ello no es suficiente, hay que aumentarle el plus de que la sesión se lleva a cabo en The Peninsula Paris: uno de los hoteles más lujosos y caros de todo Europa.

Aun no entiendo cómo fue que mis vacaciones en el paradisiaco archipiélago de Malta en el mar mediterráneo se interrumpieron de un momento a otro. Francia solo era una escala puesto que no me iba a negar a pasar un par de días en París para que papá participase en una subasta de pinturas. Sin embargo, a la directiva del Chelsea FC no se le ocurrió mejor idea que firmar mi primer contrato profesional hoy mismo. En serio que debo ser una prodigio para que se tomaran las molestias de venir a buscarme hasta París para asegurarse de que el Manchester City no termine seduciéndome con una mejor cifra.

Cualquiera pensaría que estoy atravesando una especie de tortura de la Santa Inquisición, pero no es así. Obviamente que estoy súper emocionada por ya ser una jugadora profesional de fútbol -y que me darán el número 9 en la camiseta-, pero le tengo alergia a la vida pública, los flashes y el exceso de atenciones. Ya he "disfrutado" bastante de aquello al ser hija de una estrella en el fútbol inglés. En algo tan simple como ir de compras al barrio de Belgravia se vuelve en una tortura cuando alguien reconoce a mi papá como el delantero estrella del Tottenham. Y en cuestión de minutos, la noticia rebota por todas las redes sociales y antes de que salgamos de la tienda, afuera ya se ha formado toda una comitiva de fans del equipo deseosos de una selfi con papá.

Lo que no quiero ni soportaré es que mañana o dentro de un mes, cuando salga a pasear por las calles de Londres o a tomar una cerveza en un pub en City of London, pase más tiempo "haciendo felices" a mis fans que disfrutando mi vida privada. Amo el fútbol: de eso estoy segura. Si juego con un balón es porque me divierte, y me gustaría algún día levantar la copa de la Champions League luego de muchísimo esfuerzo por conseguirla, pero también aprecio demasiado a mi privacidad como para sacrificarla.

- ¡¡Felicitaciones!! Aunque deberías de sonreír de verdad.

Chillaba entre risas a través del celular Leo -la mejor amiga que podré tener en esta vida-.

- Gracias, pero ¿cómo sabes eso?

- Pues ya subieron un clip de menos de un minuto sobre tu sesión de fotos al Instagram del Chelsea. No te preocupes, Gianna. Solo alguien que te conozca tan bien como yo se daría cuenta que no lo estabas disfrutando.

- Las bendiciones y maldiciones de tener una amistad de más de 6 años, supongo -agregué con gracia-.

Leonor (odia que la llamen por su nombre completo) fue la primera amiga que hice al llegar a Londres hace varios años atrás cuando el Arsenal fichó a mi papá como su nuevo delantero. Las dos somos tan diferentes que una amistad parecía ser una quimera. Sin embargo, somos las mejores amigas que existen en este basto universo de contradicciones. Aunque la etiqueta de "mejor amigas" queda corta con nosotras, ya que las amigas no saben a que sabe la boca de la otra amiga. Ambas descubrimos tantas cosas juntas como los puntos cardinales que nos hacen suspirar desde nuestra primera vez que nos regalamos con tanto amor...

Lo extraño de todo ello es que jamás nos hemos planteado la posibilidad de romper con el manto blanco de la amistad y teñirlo de rojo fuego de la pasión y el amor. Lo más seguro es que Leo también se lo ha planteado, pero al igual que yo, debe sospechar que como novias seríamos incompatibles. El amor va más allá de los besos y las sesiones de sexo casual que puede surgir cada vez que le dé la gana a cualquiera de las dos.

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