10. Regla #4

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Regla #4: El amor es un secreto que tus ojos no saben cómo guardar

13 de junio de 2020

Creí que jamás atravesaría un cuadro de crisis emocional como el de estas últimas semanas. Soy la chica que ser ríe de todo y de todos. Nada me puede afectar más que unas cuantas horas máximo para luego superarlo con una risita. Sin embargo, durante las últimas semanas solo he deseado que la tierra me trague, quizá que un rayo me caiga encima y me transporte a Asgard, o ser llevada a un viaje interestelar a través del espacio-tiempo. Claro que nadie se ha dado cuenta de ello. Me aseguré de que eso no sucediese.

Curioso. Hoy es uno de esos últimos días soleados de la primavera. Al despertar estuve segura de que mi racha de mala suerte no se rompería y la lluvia cancelaría la pequeña reunión familiar que tendríamos. En esta temporada, las lluvias se vuelven más frecuentes que nunca, pero hoy el cielo me quiere sacar una sonrisa de verdad y creo que lo logrará.

Había terminado de ayudar a la novia de mi papá con la mesa y sillas que sacamos al jardín cuando el timbre de la casa sonó y supe que era ella. Dando casi saltitos de felicidad llegué hasta el vestíbulo. Leonor me recibió con un enorme abrazo de felicitaciones -el cual no rechacé aunque en verdad no estoy orgullosa del motivo detrás de ello pues ganar la liga femenina inglesa debido a que se canceló por el virus es una mierda-, susurré muchos gracias y pasamos al jardín. Hoy mi amiga luce súper sexy con uno de sus amados top y minifalda a juego con unas botas que le rozan el filo de las rodillas.

- Te queda muy provocadora la cola de caballo -digo como halago a su peinado-.

- ¡Gracias! Casi hago que me corten el cabello, pero creo que me lo dejaré largo por un tiempo.

Mientras vamos de regreso al jardín, Leo me cuenta cómo andan las cosas por su casa luego de que por fin el gobierno británico levantase el confinamiento. Sus padres no pasaban todo el día en casa sino que asistían a juntas presenciales en sus empresas de manera interdiaria. Por lo cual, mi amiga podía volver a ser la koala de siempre y dormir hasta pasado el mediodía. Hace apenas un mes fue la última vez que nos habíamos visto en persona, pero pareciera que ha paso un año.

¡Cómo envidio a Leonor! Sus gestos solo expresan frescura envuelta en alegría, mientras que yo soy la que lleva una cálida máscara de que todo anda bien por mi vida. Sí, lo sé. Soy una cobarde por no contarle mis problemas a la mejor amiga que tengo y tendré en esta vida. Pero mis problemas no son fáciles de hablar ni siquiera con ella.

- Qué bueno que al final te decidiste por estudiar solamente Economía, Gianna.

- La señora Ivanova me ayudó muchísimo. Gracias por el consejo de ir a conversar con ella -le respondo a mi amiga luego de que saludase a mi papá y a Mika-.

No exagero con que estas semanas fueron el mismísimo infierno para mí. A todos mis problemas había que agregarle la fecha límite del envío de solicitudes de inscripción a la universidad y yo seguía sin saber qué demonios elegir. Fue ahí que Leonor pactó una cita con señora Mila Ivanova para que me orientase entre las diversas ramas de finanzas y economía.

Mila Ivanova es de las personas que poseen un aspecto físico que no encaja de ninguna manera con su profesión. Es alta y esbelta, cabellos largos y negros como la noche que contrasta con su rostro de nieve y ojos de chocolate. ¡Toda una modelo de pasarela! Cierto, cierto... son estereotipos, pero apuesto lo que sea que quien sea que la viese jamás pensaría que ella es de una de las mejores analistas financieras en Europa. Y no lo digo porque no tenga la capacidad sino porque siempre me imaginé a esas personas como ensimismadas, alejadas del mundo y que se desviven por trabajar, trabajar y trabajar. La señora Ivanova es todo lo contrario pues ha sabido equilibrar el mundo laboral con el familiar a la perfección.

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