16 de diciembre de 2020
Claro que ella es mi mamá. Compartimos los mismos rasgos faciales, la forma de nuestros labios y el cabello castaño oscuro. Cada mañana en que me veo al espejo, sé que soy igual que mamá. Lo único que nos diferencia son los ojos. El azul del mar que ella posee es único. Supongo que papá se debió enamorar por su mirada. Agradezco tener los ojos de mi papá y así diferenciar de la mujer que me abandonó.
Aún recuerdo aquel otoño cuando le pregunté a papá si me podía mostrar alguna fotografía de mamá. En esos tiempos, yo todavía era una niña que no comprendía cómo era posible que uno de tus padres no te amara ni un poquito para asumir la responsabilidad de criarte. En cambio, mi padre es el mejor del mundo. Sin ninguna objeción decidió regalarme una fotografía donde salían él y mamá siendo muy jóvenes.
Esa fotografía toda desgastada por el paso de los años, amarillenta y con los bordes llenos de arrugas propias del papel la guardo como el mayo de mis tesoros. Ni siquiera Leonor sabe de su existencia. Ella sabe que sobre mi mamá jamás me ha gustado hablar. Hay cosas que son mejor dejarlas en el pasado y no intentar levantar esas piedras que ocultan sombras que te pueden sumergir en el más profundo de los abismos.
Y ahora la tengo aquí mismo. Frente a mis ojos. A unos cuantos palmos de distancia. Sus facciones me son tan extrañamente familiares debido a esa fotografía. Al menos, no tendré que sufrir con el traumático intento de querer borrar los recuerdos de mamá. Después de todo, no tengo ni un solo recuerdo de ella. Apenas nací, ella decidió dejarme de lado. Incluso, ella quiso hacer la peor de las aberraciones que una madre le haría a un hijo. Aunque de la boca de mi papá jamás saldrán las palabras "tu mamá quiso abortarte", sé que es cierto. Cuando se lo pregunté, él lo negó, pero sus ojos y los míos sabían la verdad.
He pasado toda mi vida sin una madre. ¿Por qué tiene que venir ahora a destruir mi esfuerzo por ser "normal" como el resto de las chicas y chicos que sí tienen una familia? Acaso entiende lo horrible que se sentí durante cada evento de la escuela cuando tu papá y tu mamá se supone que te van a ver. Todos los Días de la Madre en los cuales tenía que sonreír forzosamente. Mi vida solo se fue complicando más y más mientras crecía. Mi padre es extraordinario. No confío en nadie más que en él, pero hay cosas que no podía hablarlas con mi papá. Así mi corazón quiera mentirme, no puedo negar que me hizo falta tener una mamá toda mi vida.
- ¡¿Mamá?!
Vuelvo a preguntarle con más fuerza. En mi interior, los deseos son de que por favor esta extraña me diga que estoy equivocada, loca o lo que sea. Sin embargo, es demasiado improbable que otra mujer en este mundo se parezca tanto a la adolescente que veo en esa foto antes de cada partido.
- Gianna... -susurra, acercándose un paso hacia mí, dejando que la luz artificial la bañe por completo-.
Quisiera tener recuerdos de su voz. Pensar que su tono ha cambiado luego de tantos años, pero esta mujer solo es una desconocida para mí. ¿Qué debería yo sentir al oírla llamarme por mi nombre? Supongo que nada.
Debo odiarla. Necesito odiarla. ¿Por qué diablos tengo estas ganas de llorar? ¿Acaso esta mujer merece mis lágrimas? Acaba de destruir el mejor día de mi vida en solo un segundo.
Imagino que no existe un manual sobre "cómo presentarte frente a tu hijo o hija que abandonaste". Ni tampoco el momento preciso para que aparezcas de la nada. Pero, ¿por qué no pudo ser otro día? ¿Por qué esta noche? ¿Tanto me odia? Sí, ella debe seguir odiándome o, al menos, no me quiere ni una pizca. Una madre jamás abandonaría a su hija recién nacida. Tampoco soportaré que me diga que "me buscó" porque yo viví durante casi cuatro años en el mismo barrio del Bronx en Nueva York.
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Las Reglas del Juego
RomanceGianna, una joven promesa en el fútbol. Mika, una talentosa y famosa pintora de arte abstracto. Ambas unidas por los caprichos de la vida: Mika es la novia veinteañera del papá de Gianna. Un inesperado y tonto... beso romperá con las reglas del jueg...