16. Una Noche en Roma

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13 de diciembre de 2020 (ocho horas después)

Entras a una suite matrimonial, ¿y qué ves? Te ayudo.

Todo está casi en penumbras. La tenue luz de una de las lámparas sobre las mesitas de noche te dejan observar un par de figuras femeninas echadas en la cama. Cerca, muy cerca una de la otra. Las respiraciones se oyen apagadas por el fuerte palpitar de sus corazones.

Sí, esas somos nosotras. Aunque no recuerdo muy bien las cosas. Hace menos de diez horas volvía a casa luego de un entrenamiento con el Chelsea, y ahora estoy a punto de hacer el amor con Mika en un hotel en la capital italiana.

Muero por encender las luces, y que estas bañen con cariño toda la piel desnuda de mi francesa. Pero la media oscuridad también es muy sexy como ingrediente para nuestra primera vez. Ambas estamos echadas de costado, viéndonos fijamente a los ojos, pero ella no se atreve a dar el siguiente paso. Otro suspiro escapa de la prisión que son mis labios al recorrer su hermosa figura con una mirada.

No, no es como un sueño. Esta realidad es mucho mejor que todas mis fantasías juntas. Jamás me la imaginé tan guapa como ahora. Tanto que tenerla junto a mí es una asesina necesidad. No resisto mucho más y sin pedirle permiso llevo mi mano hacia su rostro para acariciarla y atraerla hacia mí antes de fundirnos en un anhelado beso. Sin embargo, el beso muere prematuramente a los pocos segundos. Un lamento se produce en su boca y gira su rostro hacia el techo.

La entiendo. Todo esto ha sido demasiado rápido para ambas.

- Está bien. No tenemos que hacerlo. Solo... quedémonos así. ¿Está bien?

Hablo con la voz aterciopelada mientras bajo mi mano y atrapo la suya con cariño.

- Mika, ¿quieres preguntarme algo?

- Sí, amor...

El corazón me estalla como una supernova al oírla llamarme así por primera vez en mi vida.

- ¿"Amor"?

Susurro la pregunta casi para mí misma, pero claro que ella la oye perfectamente. Al instante veo cómo sus mejillas se encienden de un rojo carmesí. Eso solo me confirma que sus palabras son puras y verdaderas desde el fondo de su corazón. ¡Dios! Hasta ahora no puedo creérmelo el haberla acompañado a Roma -así solo sea por unas cuantas horas-.

- No debí llamarte así...

- Me encantó, Mika -respondo con una cariñosa risita antes de beber la dulzura de su boca al darle un tenue piquito-. Desde el día en que me dijiste "¿por qué tan seria?" y me giré hacia ti, soñé que lograría llegar a tocar tu corazón. Pero solo eso -suspiro haciendo una pausa-. Cualquiera puede llegar a tocarte el corazón más de una vez. Lo complicado es encontrar a quien logre descifrarlo.

Esta vez, ella es quien me toma de la mejilla y me hala hacia su cuerpo para besarnos con intensidad. Infinitas descargas eléctricas recorren mis puntos nerviosos al experimentar el acalorado roce de su desnuda piel, la dureza de sus pechos contra los míos, pero nada se compara al latir de su corazón en sintonía con el mío. Es la melodía de amor más dulce que un par de desesperadas amantes pueden componer.

Una vez que nuestros labios bajan la intensidad, un rayo de miedo me parte en trizas. Tengo mucho terror en abrir mis ojos y encontrarme con una mirada de arrepentimiento en los suyos. Sin embargo, la incertidumbre es mucho más dolorosa y me apresuro en afrontar mis miedos.

- Te juro que jamás en toda mi vida me había sentido tan feliz, Gianna -confiesa en un hilo de voz que casi me quiebra-.

No, no quiero llorar en el momento más hermoso que podré vivir con mi primer amor. Las egoístas lágrimas se quedan atrapadas para otra ocasión, y junto a Mika empiezo a reír por la felicidad que nos envuelve. Me acomodo un poco, logrando abrazarla, y hablándole muy pegadita mi boca de la suya para que cada una de ellas se queden tatuadas para siempre.

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