16.5 La Creación del Caos

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04 de enero de 2021

Qué largos se me hicieron los días desde la entrevista de trabajo que sostuve con la señora Mila Ivanova. Debido a las fiestas navideñas no pude firmar mi contrato al día siguiente. He pasado varias noches sin poder respirar del todo bien ante la preocupación de que la oficina de recursos humanos descubriese mi pasado como Kimmy Wexler. Sin embargo, el mismo 31 de diciembre, me llegó el correo de invitación para pasar a firmar el contrato. Ha sido un enorme alivio para mi corazón recibirlo, pero me llamó la atención la indicación de que firmaré en la oficina de Ivanova.

¿Qué me querrá decir? Tal vez solo estoy pensando más de lo debido. Existe la posibilidad de que solo quiera desearme muy buena suerte en esta nueva etapa que empezaré en unos cuántos minutos.

Ha sido toda una proeza personal el haberme dormido de corrido mis ocho horas. ¡Claro! Considerando el hecho de que hoy es mi primer día en una empresa de prestigio internacional. ¡Mierda! ¿Y si algún ejecutivo le ha comentado a Mila sobre mi "pasatiempo"? A ver... Mejor me calmo o arruinaré todo con la señora Ivanova. Ellos tienen más que perder que yo. Solo me bastaría abrir la boca un poquito para darles suficiente material a las revistas de chismes. He sido el juguete fetichista de tantos empresarios y políticos de renombre que con solo mover un dedo podría obtener lo que sea en Londres -y también en París-. Pero no es mi estilo mezclar un hobby con el trabajo. Quiero ganarme mi lugar en Barclays mediante mi propio esfuerzo.

Aunque creo que extrañaré mis días con esos tipos -y algunas empresarias a las que también les gustaba pasar el tiempo conmigo-. En cuestión monetaria se gana muy bien si sabes con quiénes tener las "citas de trabajo". También he viajado muchísimo por toda Europa gracias a ellos. Y cómo olvidar cada tontería que les encantaba ver, sentir u oír. Algunas veces, ni siquiera tenía que llegar a lo sexual para excitarlos como locos. Hubo un político austriaco que amaba oírme comer patatas chips. El sonido de cómo se quebraban cada hojuela entre mis dientes lo derretía a más no poder. Este mundo es tan extraño que pocas cosas me pueden tomar por sorpresa.

Cualquiera pensaría que tengo la oportunidad de enderezar mi camino, pero no lo veo así. Mi camino siempre ha estado derecho, solo que he tomado algunos atajos. ¿Por qué desaprovecharlos si los tienes en frente tuyo?

Me tomo unos segundos antes de descender del taxi para abrir el paraguas. Tengo que cruzar las escalinatas que conducen a la entrada del edificio bancario, lo cual no me tomaría más que unos treinta segundos, pero el tiempo en Londres está horrible con las lluvias. El tráfico estuvo de espanto -aunque vivo a unas cuantas cuadras del centro financiero- y el grisáceo cielo que tengo encima de la cabeza parece indicar que mi primer día no será el más bonito para recordar.

Es cierto. He tenido peores "primeros días" como el de la universidad en Francia hace ya tanto tiempo. O cuando tuve mi "primer encuentro" con un empresario. Ojalá pudiera borrar esas escenas de mi mente.

Me siento realizada al llegar a la entrada del edificio sin que mi nuevo traje de ejecutiva haya recibido alguna gota de lluvia. Gracias a la amiga que hice el día de mi entrevista, sé los horarios, vestimenta y principales tips para que Barclays sea mi paraíso y no un infierno.

En la recepción me presento con el pase de seguridad VIP que guardo con recelo desde diciembre. Allí una de las chicas con bluetooth incorporado me indica que tome el ascensor para ejecutivos. La sangre me hierve de ansiedad mientras los números se enciende uno a uno en el panel digital del elevador. Una vez que se detiene, doy un respiro y salgo dos segundos después que las puertas metálicas se han abierto.

El piso blanco, las columnas metálicas, las ventas y el árbol de cerezo artificial. Todo sigue en su lugar como el primer día que viene aquí. Tan igual que incluso el par de chicos y la chica de la recepción los reconozco con una sola mirada. Pero esta vez quien me saluda primero es el joven de cabellos castaños. Se pone de pie al apenas verme que me acerco al mostrador y me extiende una mano como saludo mientras que con la otra me señala el camino hacia el pasillo que conduce al despacho de Mila Ivanova.

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