4. Seis meses después...

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1 de enero de 2020

Realmente había sido una larguísima madrugada para ser la primera del año. El cuerpo lo tengo súper cansado por tanto bailar durante el after party en ese club ubicado en The City. Supongo que el no beber alcohol -más que el brindis cuando el reloj marcó la medianoche- te desgasta más rápido. Y también debe ser por esa razón que me he despertado tan tempranito al compás de la armoniosa melodía que cantan los pajaritos que se refugian de la nieve bajo el marco de las ventanas.

Sin embargo, la penitencia lo vale si puedo acurrucarme entre los brazos de mi mejor amiga. Subo la mirada para encontrarme a Leonor Kyle profundamente dormida, sus labios apenas entreabiertos dejan a libre vista a sus lindos y sensuales dientes de conejo. Sonrío ante el recuerdo de las cositas traviesas que hicimos hace unas horas cuando volvimos de la discoteca. Me pregunto dónde habrá quedado perdido el consolador con el que nos divertimos entre risas y lujuriosos gemidos nocturnos.

Hasta ahora no puedo creérmelo que seamos las mejores amigas de todo el universo, con la salvedad de que nos besamos y tenemos sexo cuando nos da la gana sin que ninguna se vea afectada por "daños colaterales".

Una sonrisa de satisfacción se esculpe en mi boca al sentir que mi corazón no late de amor hacia Leo. Eso sí que arruinaría las cosas entre las dos. Creo que nadie me conoce mejor que mi amiga, y yo a ella, pero cosas complicadas como una relación no tienen cabida en nuestro estilo de vida. Además, jamás he tenido la necesidad de "retener" con desesperación a mis sentimientos. Al menos, no hacia Leonor...

Mi corazón desde hace mucho sigue sangrando por una mujer inalcanzable. Intenté convencerme de que era un capricho, quizá producto del despecho o la mala suerte, pero luego de seis largos meses las cosas no han hecho más que empeorar. Lo único "bueno" -por así decirlo- es que nadie se ha dado cuenta de la tormenta atrapada dentro de mi pecho. Nadie. Ni siquiera Leo.

El solo pensar en Mika, la novia de mi papá, basta para hacer crujir los vidrios que provocan un eterno sangrado en mi marchito corazón. Rompo con la sonrisa, y de sus restos surge un moribundo suspiro que asciende en el solitario vaho de la desolación en una grisácea mañana del naciente 2020.

No me hace ningún bien el darle vueltas y más vueltas a una cuestión imposible. La única manera de olvidarme por un rato de la francesa que abrió las puertas del infierno que habita en mi alma es bebiendo de la felicidad de Leonor. Cómo la envidio. Ella lo tiene todo. No, no estoy hablando de cuestiones económicas sino en su perfecta personalidad. No le tiene miedo a nada, luce y es segura de sí misma, no le cuesta hacer amigos, y tiene un corazón de gélido acero.

Sé que ese último detalle puede sonar como desventaja para la mayoría de las personas, pero es todo lo contrario. ¡El amor es una maldita mierda! Incluso el amor correspondido lo es. En su propio triunfo guarda las semillas de su perdición y posterior muerte. Te engaña con sus misteriosas y atrapantes fantasías, para luego ahogarte en un voraz océano de pesadillas.

Mientras yo era la idiota que se creía esa frase "cuanto te vi me enamoré, y tú sonreíste porque lo sabías", Mika se derretía de enamoramiento por mi papá. Aún recuerdo a la perfección la sonrisa más dolorosa y falsa que tuve que hacer aquella noche luego de la subasta en París. Habíamos vuelto al hotel sin ninguna obra de arte bajo el brazo. Yo casi ni cuenta me había dado de ese pequeño detalle pues todo el día estuve enganchada de felicidad al poder conversar con Mika. Claro, sin perder la oportunidad de coquetearle y demostrarle que mis intenciones no eran las de estar dentro de la friendzone.

Qué linda y estúpida felicidad esperanzadora cargué ese día. Tan emocionada estaba de estar "avanzando" con Mika que no presté atención a lo que en realidad sucedía a mi alrededor. Puedo confirmar que ligar en una fiesta es un millón de veces más sencillo y efectivo que intentar enamorar a alguien. En la primera situación no tienes nada que perder. Solo te acercas a quien merezca tu atención y le echas una miradita. Al menos, a mí me basta con eso. Mejor aún si esa chica está bailando, todo se vuelve más fácil para que los besos y toqueteos por todo el cuerpo sean justificados por el baile. Sin embargo, con Mika me sentí una completa adolescente temerosa de decir algo atrevido o vergonzoso.

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