15.5 Nada de Ruso

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24 de diciembre de 2020

El chasquido de las puertas metálicas del ascensor suena a mis espaldas mientras camino con firmeza y frescura hacia el mostrador del vestíbulo. El suelo blanco brilla por la cera, en los alrededores predominan columnas metálicas y enormes ventanales por los que se puede apreciar la hermosura de la City -el distrito financiero- de Londres. Una especie de réplica de un árbol de cerezo llama mi atención unos segundos antes de volver la mirada hacia la tríada de personas en la recepción: dos chicos y una chica. ¡Por supuesto! Los tres llevan su infaltable audífono bluetooth.

- Buenos días, señorita Rozhdestvenskaya -saluda la pelirroja con una sonrisa-.

- Buenos días...

Respondo un poco confusa al oír mi apellido tan bien pronunciado. Pero me recupero casi al instante. Es más que obvio que les avisaron de mi llegada dado que la agenda de Mila Ivanova siempre está llena de visitas importantes.

- La directora Ivanova la está esperando en su oficina. Tanto antes como durante la reunión, usted puede pedir la bebida que desee y se la llevaremos. Además, con el pase de seguridad que tiene, podrá almorzar en el restaurante de ejecutivos ubicado en la terraza. Claro, todo es cortesía de Barclays.

- Por ahora estoy bien así. Muchas gracias.

Obviamente que me daré el lujo de almorzar -así sea solo una ensalada- en el restaurante exclusivo de los ejecutivos más importantes de Londres. La "yo" del pasado, jamás hubiera creído posible escalar tan alto en cuestión de unos simples años.

- Perfecto, señorita Rozhdestvenskaya. Evans la llevará hasta la puerta. Que tenga un muy buen día.

El chico de cabellos castaños ubicado en la esquina izquierda del mostrador se pone de pie con elegancia y me saluda antes de salir. Me conduce en silencio por el pasillo que lleva al ala oeste. Sin embargo, a falta de unos cuantos pasos para llegar a las puertas, él se detiene y alzando su palma me indica que continúe hacia adelante.

- A la directora no le gusta que llamen a la puerta. Así que solo debe de entrar -exclama-.

Le agradezco con una sonrisa y de reojo observo cómo se aleja sin esperar que yo entre. Sí, apuesto a que todos deben de pensar que soy una excéntrica inversionista que viene a hacer negocios con la CEO de Barclays. Por eso tantas atenciones a mi alrededor. Sin embargo, estoy más nerviosa que una gelatina recién sacada del congelador que no deja de tambalearse. Una cosa es ver a "la Mila Ivanova" de la universidad dictando una clase magistral frente a doscientos pares de ojos, y, otra muy diferente será tenerla frente a frente durante unos cuantos minutos. Bueno, se supone que mi cita tiene una duración de una hora, pero conociendo a los atareados días de los ejecutivos, seguro que Ivanova querrá deshacerse de mí lo más rápido posible. Vamos, solo quiero el trabajo. ¡Nada más!

Bueno, primera equivocación del día. Casi me voy de narices contra la puerta al intentar empujarla y que esta no cediera porque es de las que se abren jalándolas hacia afuera. Un respiro, Tatiana, y comienza de nuevo.

Un enorme despacho se alza ante mis ojos al cerrar la puerta. Todo lleno de ventanales -aunque el clima nublado de Londres haga lucir a la ciudad muy tétrica- y muebles que lo hacen parecer casi un departamento completo. El decorado es de un blanco platinado a excepción de los sofás que son de cuero oscuro al igual que el escritorio.

Me sobresalto de inmediato al no ver por ninguna parte a la directora de finanzas. Sin embargo, al segundo siguiente, pego un saltito hacia arriba al oír un golpe que hace temblar a los bolígrafos y la laptop sobre el escritorio. Lo cual viene acompañado de un sonoro "auch". Entonces, la veo emerger a la glamorosa Mila Ivanova. La escena es tan inesperada que no sé qué hacer o cómo reaccionar. Su rostro luce divertido pese al golpe que se dio en la cabeza -el cual parece haberle dolido por la manera en que se soba con la mano derecha-.

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