8. Regla #3

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Regla #3: Las cosas deben de empeorar para que empiecen a mejorar

03 de mayo de 2020

Parece ser una variante de la gripe... Los expertos del CDC están perplejos ante el avance del virus por todo Europa... Una pandemia nunca nos tomará de improviso... Se reportan cierre de trenes y aviones en los países europeos occidentales... Es un verdadero peligro... Más muertes que el ébola... Filas interminables en supermercados, hospitales abarrotados... Se reporta en Italia docenas de vehículos militares llevando cadáveres para incinerarse... Déjenme decirles: ¡no es motivo de pánico!

Y bla, bla, bla....

Ya perdí la cuenta del día en que al mundo se le ocurrió que una gripe se puede considerar una pandemia. Todavía recuerdo la mañana en que me reí junto a Leonor sobre las payasadas que Kev -nuestro mejor amigo- compartía mediante cadenas de WhatsApp sobre lavarse las manos y evitar aglomeraciones.

Ni mi familia ni mis amigos se han contagiado de ese disque virus mortal. Y en caso de que fuese verdad toda la basura que nos vende la prensa, estoy segura de que el mundo se tornaría como los Estados Unidos de la película la Purga. ¿O no? Solo que a a escala global todas las personas sin recursos económicos desaparecería porque no tendría ni para comida ni medicinas. ¿Qué hay de malo con eso? Los índices de riqueza subirán gracias a las personas que están preparadas para sobrevivir: selección natural.

En serio que hay gente que exagera con esa moda del virus. ¿Ponerse una mascarilla a todos lados? ¡Dios mío! Ello va en contra de nuestros derechos constitucionales. Nadie me puede obligar a vestir como a ellos les da la gana. No estamos en el siglo pasado. Hasta ahora no comprendo cómo en cuestión de semanas han logrado asustar a la humanidad. Noticias entremezcladas, conteo excesivo de casos y las benditas "medidas" sanitarias que no tienen ni pies ni cabeza si las piensas en frío. Más miedo le tengo a los rayos de esos termómetros que te miden la temperatura en todos los establecimientos comerciales.

Primero se les ocurrió cerrar los lugares de reunión como pubs y restaurantes -no pudimos celebrar el cumpleaños de Kev ahogándonos en alcohol-, luego cercaron los parques para terminar prohibiendo el trabajo y la escuela. Todo se volvió "remoto". Una completa mierda acabar de esa manera nuestro último periodo escolar antes de empezar la universidad en septiembre -claro, siempre y cuando haya universidad presencial para ese mes-. Lo peor de todo es no poder salir de Londres. Al mundo se le ocurrió la gran idea de cerrar las fronteras. Ibiza, Montecarlo, Bali y Los Ángeles son una necesidad para mi bienestar emocional. Es incoherente tener que ceder ante los caprichos de una mayoría.

Doy una vuelta sobre mi cama y mueve el cuello hacia los lados para estirar los músculos. Mis ojos regresan a la pantalla de mi Instagram y las mismas noticias de hace cinco minutos se repiten. ¿No hay algo más interesante en el mundo que un virus? ¡Ya cansa! Solo hacen que la gente se alarme más de lo debido. Hasta hace poco se le tenía miedo al cambio climático y esas tonterías, pero ahora contaminan en proporciones estratosféricas al planeta fabricando mascarillas desechables. ¡Ah! Y ni qué decir de las farmacéuticas que se forrarán en miles de millones de libras esterlinas cuando se les ocurra liberar una vacuna -que de seguro ya está hecha desde antes del virus-. Solo están esperando que los países en su totalidad se convenzan de que una vacuna es necesaria y así venderles millones de lotes sobrevaluados. ¡Claro! Hay que endeudar mucho más a los países del tercer mundo mientras Europa se enriquece a costa del resto. Falta poco para que se termine la globalización y las olas de proteccionismo vuelvan a cobrar fuerzas. Qué extraño año resultaste ser, 2020.

- ¿Sí? Puedes pasar -exclamo ante los suaves golpes en la puerta de mi habitación-.

- Gianna, tu amiga ya llegó. Está esperando en la sala.

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