9. Electricity

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04 de mayo de 2020

Nadie se esperaba que el mundo se arrodillara frente a algo tan pequeño e insignificante como un agente virulento que ha enfermado a millones. Recuerdo cuando vi las primeras noticias del virus en una ciudad china de la que jamás me hubiese enterado su existencia sino fuese por las circunstancias que la han hecho tan infame. En serio, nunca creí que las cosas se saldrían de control como en las películas apocalípticas... Soy Leyenda o 28 días después son las primeras que se me vienen a la mente.

Estuve a fines de febrero en París cerrando un acuerdo para una exposición de mi nueva colección de arte -la que supuestamente ya tenía avanzada-, pero el cierre inesperado de las fronteras y la prohibición de que extranjeros ajenos a la Reino Unido entrasen a territorio inglés me dejó sin margen de reacción. Tuve que hacer malabares para no quedarme varada en Francia -me sentí una fugitiva mientras viajaba por mar en un barco de carga-, pero ese sería el menor de mis problemas cuando pise suelo londinense. Dylan me propuso de forma categórica el mudarme -por fin- a su casa. ¿Y Gianna? "Ella está de lo más contenta de que vengas a vivir con nosotros". ¿Cómo negarme?

¡Es obvio!

Debí haber tomado con la cabeza fría esa decisión luego de lo sucedido en Río de Janeiro. La señorita Swift en sus cinco sentidos había confesado que siempre estuvo enamorada de mí. Ciertamente, cumplió su palabra de "dejarme ir", pero cuando te enamoras con el corazón esa promesa es imposible de cumplir. O quizá esa idea es una creación caprichosa de mi propio corazón que espera tener alguna oportunidad con el suyo.

Si durante aquel hermoso atardecer con un cielo forrado de chispas naranjitas nacieron las dudas en mi pecho, estos últimos meses no han servido para aclarar al caos que había en las profundidades de mi confuso corazón.

Lo peor o más curioso de todo es que no dedico mi tiempo en pensar en torno a Gianna. ¡Sucede todo lo contrario! Son pequeños momentos en que una inocente risa, una pequeña mirada o un inofensivo suspiro nace en ella y mi pulso se acelera enrojeciendo a mis mejillas. Todo se ha vuelto tan extraño desde que vivimos en la misma casa. Siempre he escuchado que durante la convivencia descubres cómo es "en verdad" tu pareja, pero no he tenido ni un solo problema o estúpida discusión con Dylan. Seguimos tan bien como desde ese primer día en el museo. ¿Esas son buenas noticias? Quizá...

Con quien me llevo "mal" -una palabra exagerada a decir verdad- es con Gianna debido a las discusiones que tenemos de vez en cuando sobre el virus o cosas relacionadas a ello (benditas elecciones estadounidenses que ya se acercan). Pero he descubierto que me siento distinta cuando las dos nos enfrentamos en un duelo por tener la razón. Luego, reímos, por ahí surge alguna disculpa e intercambiamos sonrisas al charlar sobre otra cosa. Largos paseos por el jardín -el cuál embellecimos hasta hacerlo parecer el mismo Edén con esas guapísimas orquídeas- donde compartimos nuestros pensamientos y gustos. Sí, paseos que solo han hecho más grande una herida que lleva su nombre tatuado.

Cada noche en que comparto la cama con Dylan no puedo evitar preguntarme si me apresuré al enamorar a primera vista de él. Lo que más me duele es que no encuentro razones para detestarlo, simplemente tiene una forma de ser perfecta: educado, gentil, siempre atento y nunca me ha hecho sentir menos. Se nota que es el padre de Gianna. Ella posee esas cualidades, pero también muchas maldades que le encanta sacar a relucir frente a mí. Sí, como si se tratase de un gallito se encrespa al decirme sus metas a futuro como ganar la Premier League Femenina, levantar la "orejona" al ganar la Champions League, jugar para el mejor club de fútbol y, en algún momento de su carrera, ser elegida la mejor jugadora del mundo. No, no son alardes de grandeza porque Gianna en verdad se esfuerza por perseguir sus sueños.

He tenido tantísimas semanas para pensar en cómo enfrentar lo que estoy sintiendo por Gianna que ya debería haber diseñado un plan perfecto. Sin embargo, no he hallado alguno. Lo de mantener mi mente ocupada en el trabajo sería una grandiosa idea sino fuese porque debo de trabajar en esta misma casa. Por caprichos de la vida, la habitación de Dylan está en el primer piso mientras el de Gianna se ubica en un solitario segundo piso donde ella es casi la reina de esas tierras. ¡Ah! Con la excepción de que una de las tantas habitaciones vacías de ese piso se volvió en una especie de "estudio de arte" para que así mi creatividad explote con los hermosos anocheceres que se observan desde los enormes ventanales que dan hacia el paisaje urbanístico de Londres. La cuestión es que inevitablemente me debo de cruzar por la escalera o el pasillo superior con Gianna una decena de veces al día durante todos los días de la semana.

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