12. La Chica en el Espejo

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21 de noviembre de 2020

¿Vendrá?

El único par de veces que nos hemos visto siempre fue en compañía de otras personas. Bueno, creo que nuestra conexión social se estableció a causa de que Leonor es nuestra amiga en común.

¡Maldita sea! Si tan solo te tuviera para mí sola, Leo. Es egoísta atormentarte con mis problemas ya que de por sí tú debes de tener los que vienen con una relación. Nos amamos como un par de hermanas. Así que si yo sufro, tú también lo harás. Y por ahora no encuentro manera alguna de calmar la furia que habita dentro de mi corazón.

¡Por supuesto! No quiero joderle el fin de semana a mi mejor amiga, pero sí a una casi desconocida como lo es la rusa. En el mejor de los casos, ella no llegará a esta inesperada y apresurada cita que acordamos por Instagram. Quizá malinterpreté su "nos vemos" de despedida como una aceptación de encontrarnos en este bar.

¡Dios! ¡Ya no tengo cabeza para pensar!

Esa asquerosa sensación de picor y calor en mi espalda no desaparece desde que salí del hotel luego del beso. Mierda... el beso, el beso, el maldito beso... Solo... ¿Por qué...? En serio que necesito una buena copa del trago más fuerte que el dinero pueda comprar a las diez de la noche en el centro de la ciudad. No me costaría nada entrar al pub que tengo en frente, pero como vivimos en esta mierda de mundo, pronto me llegarían a joder como moscas un sinfín de imbéciles hombres queriendo "invitarme una copa" para romper el hielo y luego "quién sabe". Juro que estoy tan ansiosa, enojada y millones de adjetivos más que no me costaría nada explotar y romperles la nariz. No sería la primera vez.

Le echo otra aburrida a la hora en mi celular para cerciorarme que sean más de las diez. La calle sobre la que me encuentro vuelve a estar inmersa entre los azotes del viento invernal. No cuesta nada el ver tu aliento frente a tus ojos. Ojalá los problemas de la vida fuesen tan sencillos como el blanquecino vaho del aliento que en cuestión de segundos desparece casi por arte de magia.

Como sea... Al menos, esperar a la rusa provocará que llegue algo tarde a casa y, si tengo suerte, quizá Michaela ya esté durmiendo. Lo último que quiero es volver a ver su par de esmeraldas cristalizarse hasta volverse líquidas.

- ¿Gianna?

- Hey, hola -respondo atrás mío entre balbuceos por la sorpresa-. Creí que no vendrías, Tatiana.

- ¿Y eso? -pregunta con curiosidad-. Según mi celular, llegué con quince minutos de anticipación. Hora inglesa.

La convicción de sus palabras me hace tomarme un minuto para revisar el chat de Instagram. Mis mejillas se encienden como un par de soles al leer que el último mensaje mencionaba que nos veríamos a las diez y media.

- Juraba que era a las diez.

- Te entiendo. También me ha pasado esos despistes. Bueno, ¿nos quedamos a congelarnos aquí o entramos?

Curiosa, muy curiosa su frase. Las palabras salen de su boca con esos chispazos de broma, pero se entremezclan con la firme de su tono. Casi como si la primera opción fuese también posible de cumplir sin que le afectara en lo más mínimo. Sin embargo, opto por la segunda ya que quiero quitarme el sabor de la boca de Mika de la mía y creo que con varias copas de alcohol el problema se solucionará.

- Déjame decirte que estás guapísima. Incluso más en persona que en el post que publicaste -exclama cuando entramos al pub-. ¿Fue una cena de gala?

- No exactamente. Una exposición de arte en el Four Seasons Hotel.

- ¡Ah! Entonces, debió ser súper importante y exclusiva la expo. A mí no me va mucho el arte, pero sé lo básico por si quieres conversar sobre ello.

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