24 de diciembre de 2020
El momento de sincerar corazones y conciencias llegó prácticamente de golpe. La desesperación en Gianna fue palpable cuando la vi cruzar el pasillo a toda prisa. Entre balbuceos entendí que su papá ya tenía la sortija para pedirme la mano. Ella lloraba de miedo por si yo aceptaba casarme con Dylan. El corazón se me partió en mil pedacitos ante su temor de perderme. La abracé con todas mis fuerzas, pero supe que ello no la calmaría. La única manera era enfrentar los problemas de una vez y para siempre. Mientras la acostaba en un sofá, le prometía que yo arreglaría todo esto y así pasase lo que sea, jamás permitiría que nos separasen.
El camino escaleras abajo se me hizo cortísimo. Es muy distinto pensar en una "explicación" para solucionar problemas que de la nada tengas que inventarte la salida. La única arma que tengo es la sagrada verdad. No pretendo mentirle a Dylan en nada. Ni mucho menos culparlo.
Mis ojos ruedan con desespero al ver vacía la sala. Me apresuro a buscarlo en la cocina, pero tampoco hay rastros de él. Fuera de los campos de fútbol jamás lo he visto gritar ni perder el control emocional. Así que el único lugar donde debía de estar reflexionando era en el jardín.
Mi intuición no se equivocaba. Estaba sentado es el filo de las escalinatas que conducen al nevado jardín. Me acerqué con lentitud para no molestarlo -en caso desease estar solo-. Ya había empezado a anochecer. Así que el sol que se ocultaba tras los árboles que rodean a la casa ya no calentaba. Pronto vi mi aliento materializarse en un ligera nube blanca.
- Vas a congelarte aquí afuera -le susurré-. ¿Por qué no hablamos adentro?
- Necesitaba un poco de aire.
Responde con una sonrisa que da todo por perdido. ¿Ya lo sabe? De cualquier manera, acepta la mano que le tiendo y lo llevo hasta la sala donde aprovecho en encender la chimenea.
- Gianna está descansando -añado al leer la preocupación en sus ojos-. Luego de tantas cosas que han sucedido este último par de meses, creo que dejamos postergada esta conversación más de lo necesario.
En realidad, todo comenzó luego de ese viaje a Brasil. La declaración de Gianna, el ofrecimiento de ser mi modelo para las pinturas, mi ansiedad ante la exposición de mis obras, mi casi recaída en las drogas, la frustración de Gianna por ser titular en el Chelsea. El por fin abrir nuestros corazones, y la llegada de su mamá. Este año no podría haber sido más extraño y complicado. Lo peor es que todavía no se acaba...
- ¿Qué te contó Gianna sobre lo de esta tarde?
- Nada. Solo que me ibas a pedir la mano después de Navidad.
Confieso con total naturalidad. Casi como si me hubiese preguntado qué hora es.
- Por la manera en que te lo tomas, supongo que tu respuesta siempre iba a ser un no.
- Creo que tampoco te hubiese afectado el escucharla. Contabas con que te rechazase.
- ¿Cómo lo sabes?
Mi revelación por fin rompe con su gesto sobrio y desinteresado, desatando una ola de curiosidad en sus ojos castaños -los mismos que comparte Gianna-. Fijo mi vista en la suya y tomo su mano entre las mías. Al instante, él entrelaza sus dedos con los míos, notándolos helados y temblorosos.
- No me amas. Nunca lo hiciste, Dylan.
Sí, son palabras muy sencillas de decir. Pero complicadas de lograrlas aceptar.
- ¿Qué dices? ¿Cómo que no te amo, Mika? Te estaba a punto de pedir matrimonio -balbucea con nerviosismo-.
No soy a quien intenta convencer. Él mismo quiere convencerse de que es real su amor hacia mí.
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Las Reglas del Juego
RomanceGianna, una joven promesa en el fútbol. Mika, una talentosa y famosa pintora de arte abstracto. Ambas unidas por los caprichos de la vida: Mika es la novia veinteañera del papá de Gianna. Un inesperado y tonto... beso romperá con las reglas del jueg...