Capítulo 46

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Narrador Omnisciente

Y otra vez se le había cortado la respiración y volvió a sentir latir su corazón con fuerza. Ahora no era adrenalina, impotencia o furia lo que sentía. La tristeza y el temor parecieron disiparse. Su alma regresó a su cuerpo y con ello su vida y su aliento. La sensación de dolor y angustia se convirtió en un suspiro cargado de alivio que salió de sus labios.

De entre toda esa muchedumbre de soldados de HYDRA que lo único que tenían en mente era atacar y capturar, se lograba divisar a dos criaturas. Una blanca como la nieve y otro gris como leves restos de cenizas. Sin embargo, era difícil saber qué eran con exactitud, solo se veían dos grandes siluetas y sus colores.

Pronto se fueron acercando a la albina, a la vez que quitaban a los agentes de su camino con grandes golpes dados por sus extremidades de afiladas garras.

__________ luchaba lo más que podía, pero no apartaba la vista de sus "aliados" que habían aparecido en el momento justo y ahora le facilitaban bastante las cosas, hasta tal punto en el que cada vez eran menos los soldados que aparecían.

Le rompió el cuello a uno mientras lanzaba un cuchillo a la garganta de otro, y seguía golpeando con sus pies a aquellos que pretendían tomarla desprevenida y atacarla en la parte inferior. Tomando fuerza e impulso hizo una voltereta que alejó a tres agentes que se acercaban y los dejó inconscientes.

De pronto, las criaturas se pusieron a su lado, protegiéndola y fue ahí cuando pudo verlas con mayor claridad.

Eran grandes, del tamaño de un tigre, con orejas de gato pero más largas y puntiagudas, de cuatro patas con garras largas y afiladas. Ambos tenían una especie de cresta de pelo entre las orejas y el cuello, que se encontraba erizada; y, oculta entre ese monto de cabello y al lado posterior de las orejas, había dos puntiagudos y pequeños cuernos negros con rayas blancas -en caso de la criatura blanca- y grises -en caso de la criatura gris-. De ambos sobresalía una cola larga y elegante que a sus extremos tenía espinas muy fuertes, por decirlo de alguna forma, las cuales eran del mismo color que los cuernos pero con un extraño brillo que las hacía relucir, además del de la sangre fresca de los enemigos, claro.

Las características que los diferenciaban eran muy evidentes pero a la vez compartidas.

La criatura de color blanco poseeía un poco más de pelo y las orejas y cola medio grises y esponjosas, lo mismo su nariz; en uno de sus ojos se observaban tres líneas paralelas y verticales que sobresalían de la parte superior e inferior, como un gran rasguño, no obstante, este brillaba en celeste claro como el hielo.

Muy por el contrario, el que era gris disponía de un pelaje de rayas atigradas un poquito más oscuras que su color normal y su mandíbula era blanca. En cada uno de sus ojos había una línea que los atravesaba, de nuevo como un rasguño, pero de color gris tirando a blanco, que, al igual que la criatura blanquecina, brillaban.

Ambos llevaban una marca roja en sus hombros izquierdos con forma de árbol de la vida. Un hermoso y muy peculiar árbol de la vida.

Soltaron un rugido similar al de un tigre para que los soldados se alejaran, pero estos no hacían caso y seguían intentando atrapar a la albina.

Ella miró a los ojos de las criaturas. Esas miradas, una color celeste claro y otra gris igual. ____________ ya había visto esos ojos antes, ya había sentido la calidez que transmitian.

–Son... ustedes... ¿cierto?– preguntó en un susurro cansado, perdida en los dulces ojos de las hermosas criaturas; y como si estos le hubiesen entendido, hicieron un leve y casi imperceptible movimiento de cabeza.

Pareció que el mundo a su alrededor desapareció y fue ahí cuando se permitió calmarse un poco y sentir como su tranquilidad regresaba poco a poco.

Tu rojo inexpresivo [Bucky Barnes y Tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora