XI - La feria

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CAPÍTULO XI – La feria.

NATHALY

Recuerdos...

Cuando Danny dijo que vendríamos a la feria no pude evitar ponerme nerviosa ante la idea de visitar otro lugar que me recuerda a Scott, es como si cada rincón del universo estuviera impregnado con su presencia. Comencé a sentir retorcijones en el estómago a causa del miedo de enfrentarme de nuevo a su ausencia, mi corazón palpitaba muy rápido y sentía que no podía respirar, ahora me he obligado a tranquilizarme, porque no quiero que mi acompañante indague sobre lo que me sucede, no quiero dar explicaciones, no quiero hablar de lo que pasó.

Mientras está en el baño aprovecho para tomarme la dosis correspondiente de ansiolíticos, me siento tentada a ingerir la pastilla somnífera, pero me contengo, estaré adormilada todo el paseo si lo bebo. «Resiste, resiste» le pido a mi cuerpo, es como si me pidiera a gritos los fármacos, como si deseara saciarse de aquello que calma los temblores y alivia el tormento en mi mente.

Mi mejor amigo era un amante de las ferias y los parques de atracciones, le encantaban las sillas voladoras y las tazas giratorias. A mí siempre me gustó la rueda de la fortuna, me parece que un paseo lento es mejor que girar hasta vomitar.

La voz de Scott llega a mi mente como un frágil murmullo que amenaza con hacerme temblar otra vez...

—Vamos, Grey, las tazas giratorias son fantásticas. —hizo un puchero y unió sus manos rogándome que subiera con él.

—Scott, no creo que sea buena idea, vomitare el almuerzo y me dolerá la cabeza. —negué y me crucé de brazos.

—Por favor —suplicó—, te comprare más cotufas y chocolate si subes conmigo.

¿Me estaba sobornando?

No era un mal trato...

—¡Ash! Está bien, subiré contigo a esas tazas locas. —accedí y una expresión de victoria apareció en su rostro.

Él tomó mi mano mientras íbamos a comprar los boletos.

—Si me mareo será tu culpa. —refunfuñé.

—Tranquilízate, Grey, no te dejaré sola. —sonrió, y eso era lo que necesitaba para sentirme calmada.

¿Dónde estás ahora, Scott?

Te fuiste y no pude despedirme, me dejaste sola y no pude admirar más tu sonrisa divertida cuando veías las sillas voladoras o las tazas, ni oír tus chistes sobre mi obsesión por las cotufas. Prometiste quedarte y te has marchado, prometiste abrazarme siempre y ahora que siento que me congelo no estás para abrigarme. Ya no brillo, dejé de hacerlo cuando tú bajaste del cometa en el que viajábamos a los planetas.

Te has ido.

—¿Nath? —una mano toca mi hombro.

Salgo de mis pensamientos para ver a Danny parado frente a mí con los boletos para subir a la rueda de la fortuna. Pestañeo rápidamente y recupero la postura, no quiero que se preocupe por mi actitud.

Hoy se ve guapísimo, la sudadera blanca que tenía esta mañana la remplazó por una camisa manga larga de botones color azul marino que le queda ajustada en los lugares correctos, y tiene una gorra negra de la que se le salen algunos mechones de cabello.

Danny me gusta, me costó admitirlo y aceptarlo, pero ahora es innegable.

No solo por su físico, sino por su personalidad tan atípica a lo que normalmente se ve en los chicos de universidad.

Una estrella agonizante ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora