III - Impacto

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CAPÍTULO III — Impacto

NATHALY

Corro en dirección al bosque, tal vez ahí pueda esconderme de aquello que me persigue.

Los árboles se mueven a mí alrededor debido a la brisa fría que se pasea por todos lados. Estoy descalza, mis pies arden por las piedras que se incrustan en ellos, pero no me detengo, sigo corriendo hasta el corazón del boscaje.

Mi respiración se vuelve agitada, aparto las ramas que se interponen en mi camino cortándome con las espinas de los rosales, la sangre emana de los cortes y lo ignoro, doy una rápida mirada detrás de mí y veo la sombra acercarse, aumento la velocidad y mi pie queda atrapado en una raíz inmensa que me retuerce el tobillo.

Caigo al suelo y mi pecho se estampa en la tierra, los labios se me agrietan por el impacto, no puedo respirar, y tampoco logro ver nada por la oscuridad de la noche. Ruedo en el suelo, quedando boca arriba y distingo la sombra entre los árboles, escucho que se acerca y de repente la tierra que me sostiene se abre lentamente hasta que chorros de agua helada llenan lo que ahora es un hueco profundo, el líquido inmoviliza mis extremidades, cubre mi pecho, sube hasta rozarme las mejillas y al cubrir mis ojos siento que algo tira de mí hasta el fondo...

—¡No, no! ¡Sáquenme! —Grito sentándome de golpe en la cama moviendo las manos a mi alrededor, no hay agua ni tierra, pero aun siento que me ahogo—. Fue un sueño, fue un mal sueño, solo eso...

Estoy en la habitación, el reloj marca las tres de la madrugada, la hora en la que siempre me despierto gritando con desespero. Mara se remueve en su cama bajo las sábanas, me mira con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados cuando se incorpora.

—¿Estás bien? —pregunta adormilada con un hilo de voz.

Mi respiración sigue algo alterada, tengo la cara empapada de sudor y lágrimas, y el cuerpo entero me tiembla. Tengo el corazón tan acelerado que puedo escuchar mis propios latidos y mi vista sigue ligeramente nublada por haberme levantado tan rápido de la almohada.

—No lo sé, creo que no. —soy sincera y salgo de la cama, siento un escalofrío cuando mis pies entran en contacto con el suelo frío.

Me acerco a la pequeña ventana junto a la cama de Mara y la abro un poco para tomar algo de aire, la frescura de la madrugada me refresca la piel y acaricia mis pestañas, inhalo hondo un par de veces y concentro mi atención en tranquilizar en aleteo descontrolado de mis pulsaciones.

Pensé que las pesadillas habían desaparecido, hace más de dos semanas que no tenía el mismo sueño de estar huyendo de algo o alguien y luego hundirme en un pozo helado, pero ahora que han vuelto sé que mis noches de paz han llegado a su fin.

Es desesperante despertar entre jadeos aterrorizados.

—Ten. —me entrega una botella de agua natural.

—Gracias. —tomo un sorbo de agua y sigo viendo por la ventana.

El cielo está tan oscuro que ni las estrellas se atreven a salir.

—¿Pesadillas de nuevo? —me observa con preocupación e inquietud, dejo salir un suspiro.

—Eso parece.

—Creo que deberías hablarlo con alguien. —sugiere volviendo a su cama, me saca una risa irónica y seca.

—¿Hablarlo con quién? ¿Con papá?

—Tú sabes a qué me refiero, no te hagas la imbécil.

—Mara, no voy a ir a un psiquiatra. —replico medio molesta.

Una estrella agonizante ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora