V - Familia

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CAPÍTULO V — Familia

NATHALY

Margaret viene a vivir con nosotros.

Margaret viene a vivir con nosotros.

Margaret viene a vivir con nosotros.

«Nosotros».

La frase se reproduce repetidas veces en mi cabeza aturdiéndome, mi padre y la arpía esperan expectantes mientras respiro profundo y aprieto los labios tratando de no escupir veneno por la boca. Lo mejor es que no diga nada, así que doy media vuelta para emprender la huida hacia arriba.

¿Qué va a vivir aquí?

Debe estar bromeando, eso es imposible, es una locura monumental.

—Nathaly. —me detiene Henri.

Sí, si habla muy en serio, tan en serio que vuelvo a darme vuelta para encararlos.

La mujer que está a su lado vendrá a vivir a esta casa y sé que no puedo hacer nada para impedirlo, porque por mucho que me haya encargado de este hogar por más de 1 año mi palabra sigue sin tener peso, mis esfuerzos no fueron vistos y ahora han tomado una decisión sin consultarme, sin pensar en cómo me afectaría a mí o incluso a Jake.

Y estoy cansada de eso, de que me hagan a un lado, de ser una espectadora más; yo también existo, no soy un tapete al que puedan pasarle por encima, y menos él. Ser padre no le otorga el derecho a ignorar mis opiniones.

Me borbotea la sangre por la ira, la impotencia me lleva a cerrar las manos y clavarme las uñas en las palmas hasta que se abren los cortes viejos, creo que nunca había estado tan enojada, no soy una persona colérica, pero cuando me hacen rabiar cualquier cosa que salga de mi boca podría ser hiriente e incluso irrespetuosa.

Este lugar no solo le pertenece a él.

No puede simplemente traer las maletas de esa estúpida aprovechada y meterla a la casa sin siquiera consultarlo con nosotros o al menos pedirnos nuestra opinión.

¿Qué diablos está pensando?

—Solo llevo cuatro meses fuera de esta casa, y ya tú trajiste sus maletas a nuestra casa.

—Pensaba comentárselos esta tarde, sé que es una importante decisión, hija...

—¡Decisión que ya tomaste sin pensar en nosotros que somos tus hijos! —Exploto—. ¿Esta tarde era que nos lo dirías? ¿Cuándo ya ella estuviera instalada como la señora de la casa? Eso no es consultar, es avisar.

—No son todas mis pertenencias, solo quería ir... —interviene Margaret con la voz tensa, pero la corto en seco.

—Si no te importa, esta es una conversación familiar, y hasta donde yo sé tú no eres mi familia, así que haz el favor de no entrometerte.

—Te he dicho que no le hables de esa manera, respétala —la sigue defendiendo con severidad—. No toleraré más este comportamiento irrespetuoso.

—¡Abre los ojos y mírame que tu hija soy yo! —una lágrima se me escapa y la limpio con rabia—. Engañas, mientes, hieres con tus promesas vacías, no eres un padre cuando te necesito, pero si lo eres para hacerme callar ante tus decisiones. ¿Dónde estás, papá? Te veo aquí frente a mí, pero sigo sin sentirte cerca.

Henri está perplejo por mis palabras, y ella tiene la cara contraída por una mueca de disgusto y confusión. Incluso yo estoy sorprendida de la gelidez y sinceridad que emana de mí, y como dije antes, no soy una chica agresiva ni mucho menos impulsiva, pero cuando me hacen explotar no hay nadie que me frene; me he callado palabras que al no liberarlas me rasgaron desde adentro, y ahora brota la sangre, las heridas se están haciendo visibles y no quiero que las miren, no quiero que vean cuánto me han dañado.

Una estrella agonizante ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora