CAPÍTULO XV — Hasta aquí.
NATHALY
Siempre creí que el estado de «desactivación emocional» era una tontería, porque ¿cómo vamos a dejar de sentir? ¿No estamos acaso hechos de un puñado de emociones y sentimientos? ¿Cómo vamos a apagarlos como si fuese un cable que arrancas del enchufe?
Sin embargo, estando en esta camilla mullida, con una bombilla blanca colgando del techo sobre mí cabeza, un cúmulo de voces a mi alrededor que trato de ignorar, aproximadamente tres agujas en mi cuerpo, más un montón de cables, creo que lo mejor es hacerme ajena a las emociones y fingir que no existen.
Porque a veces, «sentir» agota.
Mis oídos captan palabras que me hacen pestañear de vez en vez.
«Sobredosis».
«Lavado gástrico».
«Pérdida de peso notable».
«Agresión».
«Intento de suicidio».
«Rehabilitación»
«Desintoxicación».
«Estrés post traumático».
Quisiera pedirles que pararan de hablar como si yo no estuviese aquí presente, pero mis labios parecen pegados con silicón, la voz no me sale, y no sé exactamente qué decir; simplemente me quedo viendo una de las paredes de los lados de la habitación, es completamente blanca con unas flores amarillas dibujadas en las esquinas, la ventana está cerrada para que el aire acondicionado mantenga fría el área, quisiera poder abrirla, me gusta el aire fresco.
Alguien me roza la mano izquierda y mi única reacción es apartarla bruscamente, vuelven a hacerlo llevándome a gruñir rabiosa a la persona que insiste en ponerme un dedo encima.
Es Lukas.
Tiene los ojos llorosos, la angustia evidente en su expresión.
—Nathaly, soy yo, tranquila, no voy a hacerte daño. —sube la palma para acariciar mi mejilla y aparto la cara cuando el recuerdo de alguien golpeándome viene a mi memoria.
No quiero que nadie me toque.
No lo digo, pero creo que mi actitud es suficiente. Él se enfrasca en una conversación con la enfermera sobre el tratamiento que van a suministrarme, ella cambia la bolsa del suero explicando que cuando llegué tuve signos de deshidratación y no me resisto, mientras no me toque no hay problemas.
Cierro los ojos queriendo desaparecer, no me gustan los hospitales; hago caso omiso a la voz de mi madre, que le hace preguntas al doctor que no comprendo, solo sé que tienen relación con mi estado de salud tan decadente, siguen parados en la puerta y no sé qué hace ella aquí, no la quería viendo esto, ha de sentirse decepcionada, es una desgracia que no tenga la capacidad de consolarla.
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Una estrella agonizante ✔️
Novela Juvenil"Pánico. Se acercó a mí como una serpiente que envenena desde adentro. Ahí estaba yo. En el pavimento, completamente retorcida por los fármacos, con la boca seca, siendo esclava de los espasmos, sin fuerzas, sin control, sin energía, sin mi ángel. ...