XXI - Bombas de tiempo.

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CAPÍTULO XXI — Bombas de tiempo.

NATHALY

Existen momentos de nuestra existencia en los que presenciamos el impacto de una noticia inesperada, el golpe de las palabras que nunca habías pensado escuchar, la brisa fría que te eriza la piel, acompañada del latir acelerado de nuestro corazón.

Al ser espectadores de ese vaivén de emociones y palabras imprevistas, nuestra mente cree estar preparada para vivir una situación similar o igual, pensamos que por haber observado la experiencia de otros nos hacemos inmunes al balazo que nos dará este mundo.

Por desgracia, nunca estamos preparados para algo hasta que aparece frente a nosotros esperando a que reaccionemos al disparo.

—¿Nathaly? —la voz de Víctor me hace parpadear y salir de mi trance.

«Eres mi hermana».

Nunca estás preparada para que un desconocido te diga que es tu hermano, ¿o sí?

Debe ser una estúpida broma.

Así que, tal cual como sea hace cuando escuchas el mejor de los chistes, me echo a reír en medio de la silenciosa habitación, sí, a carcajadas.

—Definitivamente tú no tienes límites. —le digo a Víctor entre risas, él frunce más el ceño—. Es una broma de muy mal gusto.

—Grey, acabo de dejar mi orgullo a un lado por venir a disculparme contigo y enfrentarme a tú agresiva amiga, ¿crees que pasaría por todo eso si se tratara de una broma?

Su lógica me hace dudar.

No, no. De tener un medio hermano alguno de mis padres lo habría mencionado.

—Tú no eres mi hermano.

—Grey, sé que es complicado, pero...

—No eres mi hermano, basta.

Víctor suspira viéndose más frustrado que antes, se sienta en la cama de nuevo, pasa las manos por su cara hasta que creo que va a borrarse las cejas, inhala profundo y mete la mano en su bolsillo, rebuscando algo en su billetera.

—Ten —me extiende una pequeña fotografía—. Quiero que sepas que esto es tan difícil para ti como para mí.

Decido acabar con esto de una vez, cuando termine de jugar a las bromas pesadas podré irme de esta casa.

Doy unos tres pasos hasta quedar frente a él, tomo la pequeña foto en mis manos y le doy vuelta para mirarla.

Trago saliva, sintiendo como la bala se incrusta entre mis costillas.

«Imposible».

En la foto aparecen dos personas un tanto jóvenes, esto debe ser de hace unos diez años. Distingo a quien debe ser la madre de Víctor, una mujer morena de cabello ondulado y ojos color miel muy bonitos, y a su lado está un hombre que reconocería aquí y en la luna. «Henri Grey».

«No... mi papá no podría haber llegado tan lejos con sus secretos y mentiras».

La fotografía tiembla en mis dedos y de repente la habitación me da vueltas, tengo ganas de vomitar, mi corazón late con rapidez en mi pecho y el mareo me lleva a agarrarme de la pared.

—¿Nathaly? ¿Estás bien? Déjame ayudarte, siéntate —pone su mano en mi hombro, buscando sostenerme—. Oye, estoy aquí para hablarlo, no para pelear...

Me sacudo de su agarre con mucha tosquedad, doy un paso hacia atrás negando con la cabeza y esforzándome por respirar profundo.

—Tú... Tú... —no sé ni qué decir—. ¿Mi padre lo sabe?

Una estrella agonizante ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora