XVI - No pasará nada.

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CAPÍTULO XVI — No pasará nada.

45 DÍAS DESPUÉS.

NATHALY

Cuando tocas fondo te abarca una sensación de desorientación, desconoces dónde estás, y te preguntas cómo fue que llegaste allí, no recuerdas el momento o el instante en el que abandonaste la superficie para hundirte lentamente; es sorpresivo, y atemorizante, como un fantasma sigiloso que se acerca por detrás para espantarte.

Creemos poder salir solos de allí, pero no es así, no podemos solos, y me costó aprender que eso no quiere decir que seamos débiles.

En ese instante lo único que sientes es derrota, dolor, como cuando vas en un auto a toda velocidad y te estrellas contra un muro, el impacto te deja contra el pavimento, sangrando, batallando por aliento, hasta que llega la ayuda... y en ese momento no queda más opción que dejarte ayudar para que puedas volver a ponerte tras el volante y pisar el acelerador con una sonrisa en la cara como si ese muro solo te hubiera vuelto más resistente.

Hace cuarenta y cinco días choqué contra esa pared.

Y hace tres días volví a ponerme detrás del volante.

La rehabilitación es una etapa de mi vida que llevaré tatuada en el alma eternamente, prefiero no conversar sobre ello para no revivir las noches de insomnio aclamando alguna pastilla que sedara los temblores en mi cuerpo; la abstinencia insistía en hacerme querer arrancar cada cabello de mi cabeza, y la terapia fue arrolladora los primeros días.

Te enfrentas a los temores que habías estado ignorando desde que supiste que estaban allí, confrontas tu realidad sacando las raíces encajadas en tu interior que no permiten que crezcan las flores, reconoces que estás mal y que eso no es un delito, y cuando ya no hay más qué desmantelar en ti, comienzas a limpiar la infección de la herida para poder sanar.

La doctora Aria dijo que ya estoy lista para regresar a la universidad, me explicó que al principio será difícil adaptarme nuevamente a lo movido del ambiente, pero que no hay presiones, puedo ir a mi paso sin forzarme a entrar en situaciones que me generen estrés.

Sus palabras se repiten en mi cabeza cada momento: «Pruébate a ti misma hasta dónde puedes llegar, y si sientes que no resistes entonces deja la prueba para otra ocasión. No es una derrota, recuérdalo, estás caminando a tu paso, y nadie puede cuestionarte eso, ni siquiera tú misma».

Me diagnosticaron trastorno de pánico, fue el más complicado de empezar a tratar y enfrentar ya que durante mi estadía en el centro de rehabilitación tuvieron que apartarme los primeros días de los demás pacientes porque cuando se acercaban a mí a menos de 1 metro de distancia un ataque de pánico me tiraba al suelo gritando y cubriéndome los oídos, pidiéndoles que se alejaran.

Nada de sedantes.

Nada de pastillas.

Nada de medicamentos fuera de las vitaminas recetadas por el doctor.

La única puerta que me abrían era hacia la terapia, tuve que ceder cuando ya no podía más.

«—Las personas no son tus enemigas, Nathaly, son seres humanos como tú, no van a lastimarte si se acercan un poco» era lo que decía Aria en las sesiones. Me enseñó a contrarrestar los pensamientos negativos con unos más agradables, y así lo hice, hasta que pude sentarme en el comedor con los demás pacientes del centro.

Permitir que tengan contacto físico conmigo es algo en lo que aún estamos trabajando, soy más receptiva con los abrazos cortos, y cuando me toman de la mano no me sobresalto, pero todavía siento rechazo al tacto en mi cara.

Una estrella agonizante ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora