CAPÍTULO VI — Quizás soy yo la del problema.
NATHALY
No tengo ni idea de a dónde voy.
Tampoco es que me importe mucho.
Salí de casa hace más de 1 hora, tengo cinco llamadas pérdidas de Mara y tres de mi madre, no quería escuchar a nadie, pero si van a llevarse a mi hermano esta noche debería volver a ayudar con lo que haga falta.
Estoy a muchas cuadras de allá; el cielo se torna de un color naranja claro y el sol comienza a ocultarse, la brisa agita suavemente las hojas de los árboles y le da un toque de serenidad al ambiente. Muevo mis pies en dirección a mi casa y dejo que mi mente piense todo lo que quiera, no tengo energía ni fuerza para bloquear mis pensamientos y recuerdos.
Esa noche, cuando murió Scott, sentí que parte de mí había sido arrancada y enterrada con él.
Nos conocimos desde niños, fuimos a la misma escuela y secundaria, me cuidó cuando estuve muy enferma por una mala digestión y yo lo cuidé cuando se contagió de sarampión. Siempre iba a su casa por las noches para charlar hasta la madrugada, leíamos nuestros libros favoritos, escuchábamos las canciones que más le gustaban al otro, debatíamos sobre distintos temas, hacíamos planes para el futuro, y cada vez que estábamos aburridos le rogábamos a su mamá que nos dejara hacer postres, aunque era difícil convencerla ya que siempre uno de los dos terminaba cubierto de los ingredientes.
Cuando crecimos las cosas no cambiaron en lo absoluto, él era mi guardián, mi ángel, mi estrella.
Estuvo para mí en todo momento, en cada prueba, cada dificultad, cada derrota y cada victoria, así como yo lo estuve para él. No hubo un solo día que no lo viera al menos por cinco minutos. Se mantuvo a mi lado cuando mis padres se divorciaron, y no me abandonó cuando hospitalizaron a Jake.
Pero la noche que desperté en aquella habitación blanca, rodeada de doctores que se movían de un lado a otro buscando cómo ayudarme y salvarme, él no estaba.
Solo él podía salvarme, pero se había ido, y no iba a volver.
El amor que yo sentía hacia Scott no era ese romántico.
Era ese sentimiento íntimo, profundo y fraternal que no puedes explicar con palabras, cuando te sientes segura... como estar en casa.
Él era mi hogar.
Y ahora que no está, ¿a dónde iré?
Nunca se me ha dado muy bien amar a las personas, creo que es porque no me gusta aferrarme a ellas y correr el riesgo de que se vayan de repente. Además de mi familia, solo he amado a dos personas en toda mi existencia:
Mara y Scott.
Y el segundo se fue para siempre.
Cuando te quitan algo que amas tu alma se fragmenta en un millón de pedazos.
ESTÁS LEYENDO
Una estrella agonizante ✔️
Genç Kurgu"Pánico. Se acercó a mí como una serpiente que envenena desde adentro. Ahí estaba yo. En el pavimento, completamente retorcida por los fármacos, con la boca seca, siendo esclava de los espasmos, sin fuerzas, sin control, sin energía, sin mi ángel. ...