Después de un par de horas deambulando por el bosque, conseguí salir de allí y, tras una hora de camino, llegué a mi casa, la cual estaba a oscuras y vacía, lo que significaba que mi padre ni si quiera había llegado. En circunstancias normales me habría alegrado, pero aquel día lo hice aún más, ya que no me apetecía que viera la sangre que empapaba la manga del jersey y, mucho menos, el mordisco que había en mi brazo.
Fui hasta el aseo de la planta principal, donde sabía que estaba el botiquín, y cogí todo lo necesario para hacerme las curas. El dolor y escozor eran tan intensos que no pude dejar de sisear y, en ocasiones, jadear al echarme el alcohol en la herida. No tenía ni idea de si me había dañado los tendones, pero, por el dolor que sentía, seguramente habría sido así. Una vez terminé, subí a mi habitación y vi cómo mi móvil reposaba encima de la mesita de noche, lo cual me hizo rodar los ojos al pensar la falta que me había hecho. Me acerqué a esta para cogerlo y, al desbloquearlo, vi que tenía un mensaje de mi padre diciéndome que no iba a poder ir a casa en toda la noche, debido a que había ocurrido algo importante.
—Cómo no... —murmuré y solté de mala gana el móvil sobre la cama.
Me quité el jersey, el cual escondí en uno de los cajones de la mesita de noche para que mi padre no lo descubriera, y me dirigí al baño para darme una ducha. Irónicamente, con todas las ganas que tenía de disfrutar de aquella bañera, esa noche no iba a poder, ya que no me apetecía echar agua caliente a la mordedura que tenía en el brazo. Ya tenía suficiente sufrimiento. Una vez estuve limpio y me puse el pijama, bajé a la cocina a hacerme la cena, si era que a un sándwich se le podía llamar así. Intenté centrarme en ver la televisión, pero el dolor en el brazo no me dejaba disfrutar de nada, así que decidí irme a dormir de una vez por todas.
Ya en la cama, iba a apagar la lámpara de mi mesita de noche, pero no pude evitar mirarme el mordisco. Los dientes del lobo estaban perfectamente marcados en mi carne, tanto que me dieron ganas de tocar los huecos con mis dedos, pero la poca lucidez que me quedaba me lo impidió, lo cual agradecí, ya que la sensación no habría sido agradable.
—Este pueblo me va a volver loco —susurré, sin quitar mi mirada del brazo-. Suficiente por hoy —alcé mi cara y me estiré hasta que alcancé el interruptor de la lámpara y la apagué.
Al día siguiente, me desperté con la sensación de no haber dormido ni un mísero minuto. Para más índole, el brazo me dolía a rabiar, incluso más que la noche anterior. Tras curármelo de nuevo y vendarlo, me vestí y bajé a la cocina para desayunar, pero al comprobar que mi padre seguía sin estar, y pensar en que me tocaba comer sándwich de nuevo, preferí irme en ayunas. Cogí mi mochila, la cual había dejado la noche anterior en la entrada, y me fui hacia la parada del bus escolar.
De camino al instituto cada vez me encontraba peor. Ya no sólo por las escandalosas voces de los estudiantes que iban en el bus, las cuales escuchaba con más profundidad conforme iban pasando los minutos, sino porque me dolía todo el cuerpo y comencé a sudar como si tuviese fiebre alta. Tenía tan poca fuerza que me pasé todo el viaje con la cabeza apoyada en la ventana de mi asiento. Quería salir de aquel espacio cerrado lleno de energía, así que cuando llegamos al instituto, fui el primero en bajarme.
Una vez entré al edificio, noté cómo la vista se me iba nublando e iba a peor conforme más escuchaba los sonidos de todo el pasillo; las conversaciones de unos y otros, las taquillas abriéndose y cerrándose, al igual que las puertas de las aulas, los golpes de una pelota de baloncesto con la que estaban jugando un par de chicos del equipo, incluso los pasos de algunas chicas que llevaban botas con un poco de tacón. Parecía como si la cabeza me diese vueltas, pero extrañamente no estaba mareado. Era una sensación realmente incómoda que no sabía cómo remediar.
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LUNA LLENA
Werewolf{boyslove} La llegada de Aiden Gold a su pueblo natal, Dark Hills, supondrá un cambio radical en su vida. A pesar de que pensaba que el tener que vivir de nuevo con su padre, al cual no veía desde hacía diez años, iba a ser una pesadilla, su realida...