Nada más llegué a casa, vi que mi padre no estaba, así que decidí darme una ducha para despejar todos los quebraderos de cabeza de aquel día. Claro que, cuando regresó de haber ido a comprar al supermercado, mi mente empezó a confabular de nuevo las posibles teorías de qué sería lo que me estaría ocultando. Las palabras que Tay me había dicho de que era a mi padre a quien le correspondía decírmelo, no dejaban de resonar en mi cabeza.
—¿Aiden? —preguntó extrañado mi padre al ver que yo no reaccionaba.
—Qué —contesté una vez lo hice, colocándome derecho en una de las sillas de la cocina.
—Te decía que he comprado algunas verduras para que empecemos a comer sano —frunció el ceño, mirándome desde la encimera.
—Ah, sí —carraspeé—. Genial —asentí, mirándole.
—¿Te pasa algo? —quiso asegurar antes de voltearse y seguir sacando la compra de las bolsas.
—No, no —negué levemente con la cabeza—. Estaba pensando en si el señor Carter y tú sois buenos amigos —me atreví a decir, provocando que mi padre se sorprendiese por mi interés.
—Bueno, en realidad, no sé si podemos considerarnos eso —soltó una carcajada leve—. Digamos que nos ayudamos mutuamente —cogió un par de cartones de leche y los llevó hasta el frigorífico.
—¿Ayudaros mutuamente? —repetí confuso.
—Sí, en el trabajo —aclaró mientras regresaba a por las botellas de zumo.
—Entiendo... —murmuré no muy satisfecho con la respuesta—. ¿Esta noche también doblas turno? —cambié de tema, ya que llegué a la conclusión de que no iba a sacarle mucha más información.
—Algo así —se encogió de hombros—. Llegaré a media mañana —me miró, a lo que yo asentí, y me dedicó una pequeña sonrisa.
Una hora después, mi padre se marchó a trabajar y, justo cuando subí a mi habitación, Tay estaba en mi tejado, esperando al otro lado de mi ventana.
—¿De verdad que nunca vas a entrar por la puerta como una persona normal? —dije una vez la abrí y esperaba a que se adentrara.
—Es que yo no soy una persona normal —vaciló con chulería.
—¿Quieres que te deje algo de ropa para que estés más cómodo? —respondí al mirarle de arriba abajo.
—Vale —sonrió.
Fui hasta el armario y, tras coger un chándal, se lo entregué a Tay, quien comenzó a desvestirse bajo mi atenta mirada.
—¿Sabes? Ya te he visto varias veces en ropa interior, pero ahora es diferente —comenté mientras terminaba de quitarse los pantalones.
—Ah, ¿sí? —los echó a mi lado en la cama—. ¿Por qué? —soltó una carcajada confusa.
—Porque antes no me fijaba, pero ahora me encanta verte así —me encogí divertido de hombros.
—Si quieres, puedo quedarme sin ropa toda la noche... —se acercó a mí—. No pasaré frío —llevó una mano a mi pelo y tiró levemente de él para echar mi cabeza hacia atrás y alzar mi cara a la suya.
—No estoy preparado para eso —tartamudeé, contemplando sus bonitos ojos.
—¿Para qué? —alzó pícaramente una ceja.
—¿Qué? —fruncí el ceño, haciéndole reír—. Vístete de una vez, tengo hambre —aparté su mano de mala manera.
—Voy... —rodó los ojos y cogió el chándal para ponérselo.
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LUNA LLENA
Hombres Lobo{boyslove} La llegada de Aiden Gold a su pueblo natal, Dark Hills, supondrá un cambio radical en su vida. A pesar de que pensaba que el tener que vivir de nuevo con su padre, al cual no veía desde hacía diez años, iba a ser una pesadilla, su realida...