Aunque mi cuerpo fuera diferente, me sentía mejor que nunca. Tenía una fuerza sobrenatural, podía notarlo en cada músculo de mis patas y, sobre todo, en mi mandíbula. Olía cada aroma que el bosque desprendía y veía perfectamente hasta en los puntos más oscuros. Al mover mis dedos, sentí el contacto de la tierra húmeda con ellos y pude comprobar el tamaño de mis uñas y lo afiladas que estaban.
—Aiden —escuché que me llamaba una voz detrás de mi cuerpo.
Me volteé con rapidez y, como si no le conociera, me abalancé contra el cuerpo de Tay. Quería atacarle, morderle, destruirle, pero el moreno fue más rápido y me esquivó justo antes de que yo cayera encima de él.
—Aiden, tranquilízate —dijo serio, como si lo tuviese todo bajo control.
Pero no era cierto. Ni si quiera yo mismo podía controlarme.
Entonces, le miré y solté un gruñido y, nada más lo hice, aunque estuviera a un par de kilómetros de distancia, escuché el sonido de un claxon, así que eché a correr a toda velocidad en dirección a la carretera. Mi cuerpo era recorrido por una adrenalina diferente a cualquier otra que hubiera llegado a sentir en mi vida. Tenía hambre, mucha hambre, y tan sólo tenía un alimento en mente: carne humana. El pensar en ello me hacía correr con más ganas, no podía esperar el momento en el que podría encontrarme con una persona para devorarle la piel, la carne y los órganos.
Tan sólo me quedaban unos cien metros para llegar cuando, de repente, un lobo plateado se cruzó en mi camino. Frené mis pasos y le gruñí con rabia, a lo que este lo hizo con más aún a la vez que se acercaba lentamente a mí.
«Aiden, para» —resonó una voz en mi cabeza.
Me quedé algo confuso durante unos segundos hasta que el lobo plateado fijó sus ojos en los míos. Esos ojos ámbar. Fue ahí cuando recobré uno poco de mi sentido común humano y le reconocí.
«Apártate, Tay. Tengo hambre» —le contesté sin saber cómo a la vez que intentaba escabullirme por algún lado.
«No voy a permitir que hagas tonterías. Podrías ponernos en peligro a todos, a mí, pero sobre todo a ti» —intentó sonar calmado, pero para mí fue como una orden.
«Me da igual el acuerdo que tengáis, yo no formo parte de él» —comencé a andar en círculos, al igual que mi acompañante, sin dejar de mirarnos a los ojos.
«Formas parte de mí» —endureció el tono.
«Cállate» —gruñí, enseñándole mis colmillos.
«No somos monstruos, Aiden» —dejó de andar una vez se colocó de nuevo entre la carretera y mi cuerpo.
«Sigue convenciéndote de ello» —me quedé expectante a cualquier tipo de movimiento por su parte para aprovechar la oportunidad y salir corriendo hacia el pueblo.
«Soy tu Alfa, debes obedecerme» —frunció el ceño al ver mi postura a la defensiva, aunque yo lo había hecho sin darme cuenta si quiera.
Al oír aquellas palabras, algo recorrió mi cuerpo. Algo que me impedía actuar por mí mismo, así que luché contra ello lo más duro que pude. Al ver que apenas podía mover mis patas para correr, me llené de rabia. Una rabia que, si bien no podía utilizar para huir de allí, la utilizaría para atacar. Y eso hice; me abalancé sobre el lobo plateado, pero este pareció leerme los pensamientos y no le pilló para nada de sorpresa, al contrario, abrió sus patas delanteras para recibir mi cuerpo. Ante tal impotencia, llevé mi hocico a su cuello y di un bocado en él, el cual le hizo soltar un quejido de dolor y apartarse hacia un lado, pero justo cuando yo creía que iba a poder librarme de él y continuar mi camino, me hizo un placaje en el costado, provocando que me cayera de lado al suelo. Me levanté con cierta dificultad, sin dejar de gruñirle, y esperé a que se acercara de nuevo a mí para alzar una de mis patas delanteras y arañarle el hocico, pero no salió bien y, en vez de simplemente esquivarla, me la mordió, manteniéndola entre sus dientes durante unos segundos en los que no dejé de emitir sonidos de queja. Finalmente, me soltó la pata y, cuando fui a apoyarla en el suelo, no pude hacerlo, puesto que me dolía tan sólo con pensarlo. Fue entonces cuando mis humos se fueron calmando lentamente, cayendo en la cuenta de dónde estaba y con quién.

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LUNA LLENA
Hombres Lobo{boyslove} La llegada de Aiden Gold a su pueblo natal, Dark Hills, supondrá un cambio radical en su vida. A pesar de que pensaba que el tener que vivir de nuevo con su padre, al cual no veía desde hacía diez años, iba a ser una pesadilla, su realida...