Capítulo 25.

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No tardamos ni dos minutos en montarnos en el coche patrulla de mi padre para ir directos a la reserva. Cuando llegamos, gran parte del fuego estaba apagada, gracias a los bomberos, lo cual nos hizo soltar un suspiro de alivio. Al menos, a mi padre y a mí, puesto que Tay siguió bastante alterado. No hacía falta ser su Beta para darse cuenta de ello.

Todos los Tiwa estaban reunidos fuera de la puerta principal de la reserva, contemplando lo que acababan de hacer con su hogar. Algunos, con una mirada brillosa y llena de tristeza y, otros, seguramente los lobos, una invadida por la rabia.

—¡Tay! —exclamó Kya corriendo torpemente hacia nosotros. La pobre necesitaba descansar y no le habían dado ni tiempo para ello.

—Kya... —dijo Tay nada más la chica se acercó a nosotros y le abrazó por el cuello—. ¿Qué ha pasado? —preguntó, separándola con cuidado hasta poder mirarla.

—No lo sé, Kenai me había dejado en casa y, de repente, me despertaron gritos, y mi padre entró en mi habitación y... —explicó bastante confusa y agobiada.

—¿Estás bien? —intervine, colocando una mano en su espalda.

—Sí, la mayoría estamos bien, pero... —contestó, llevando su mirada de nuevo hacia la de Tay.

—¿Qué ocurre? —el moreno frunció el ceño.

—¡Kenai! —gritó una voz a pocos metros de nosotros, haciendo que nos girásemos hacia ella.

—¡Naike! —exclamó otras dos a la vez.

—Nadie los ha visto desde que ha comenzado el fuego... —volvió a hablar Kya, provocando que Tay le mirase sorprendido.

—Tay —le llamó un hombre moreno y con los ojos verdes—. Menos mal que estás aquí —añadió con la respiración acelerada una vez se acercó a nosotros y agarró el brazo del moreno—. No encuentro a mi hijo —por la gran preocupación que llenaba su tono de voz, deduje que se trataba del padre de Kenai.

—¿Cuándo le has visto por última vez? —dijo mi padre apareciendo de repente por detrás de nosotros.

—Vino a casa a avisarme de lo ocurrido con Kya y de que iba a llevarla a casa... —subió una mano a su frente—. Quedamos en reunirnos con los antiguos Alfas cuando terminase, pero empezó el incendio y... —soltó un suspiró—. No sé dónde está —murmuró con la voz a punto de quebrársele.

—Tranquilo, Roy, le encontraremos —el señor Silver le rodeó los hombros con uno de sus brazos.

—Puedes estar seguro de ello —volvió a hablar mi padre, haciendo que el pobre hombre asintiera levemente con la cabeza.

Entonces, escuché el llanto de una mujer a unos metros frente a nosotros. Estaba sentada en el suelo y, un hombre, supuse que su marido, estaba abrazándola contra su pecho.

—Son los padres de Naike —murmuró Tay colocándose a mi lado para mirar también hacia ellos.

—Tay, vamos a... —no me dio tiempo ni a terminar la frase, cuando el moreno asintió con firmeza y se volteó hacia nuestros padres—. Vamos a entrar para buscarles —dijo seguro de sí mismo a la vez que se quitaba la sudadera.

—¿Qué? No, es peligroso —contestó mi padre llevando su mirada hacia mí.

—No vamos a quedarnos de brazos cruzados sin hacer nada —me quité la mía, junto con la camiseta, y se la entregué.

—Pero, Aiden... —intentó decir, pero el señor Silver puso una mano en su pecho para que no diese ni un paso.

—Tened mucho cuidado —dijo este mirándonos con una pequeña sonrisa—. Y encontradle —añadió más serio, clavando sus ojos en los de su hijo.

LUNA LLENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora