Capítulo 9.

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—¿Una bala? —fruncí el ceño—. ¿Por qué me iba a disparar un cazador? —puse mis manos en sus hombros—. Me dijiste que no vendrían a por mí mientras mi transformación no estuviera completa —mascullé con una rabia que, en realidad, fue producto del miedo.

—No iban a por ti —agarró mis muñecas para que deshiciera mi agarre—. Es a mí a quien buscan, pero seguramente te habrán olido —chistó con su lengua y se cruzó de brazos, apoyando su espalda en el metal del contenedor—. Ya escuchaste a Kya, hueles a mí —suspiró.

—Entonces, ¿se han confundido? —bajé mi tono de voz.

—Sí —asintió levemente con la cabeza y, después, la giró para mirarme—. Creo que aún no se han dado cuenta de lo que eres —intentó sonar algo menos preocupado.

—Eso no me tranquiliza, Tay —dejé caer mi espalda al lado de la suya, al igual que apoyé mi cabeza y alcé mi mirada—. Tan sólo faltan unos días para que me convierta por completo en un hombre lobo —hice una mueca con la boca.

—Tenemos cierta ventaja —dijo al poner su mano en una de mis mejillas para que le mirase—. Ellos esperan que los hombres lobo sólo sean miembros de mi tribu, pero no alguien como tú —sonrió levemente de lado—. Incluso si te huelen, ellos mismos dudarán antes de hacerte cualquier tipo de daño —dio un par de caricias en mi piel con su índice.

—Pero a ti no —murmuré, contemplando con verdadera preocupación sus ojos.

Tay no supo qué contestar a mis palabras, así que optó por guardar silencio y quedarse en la misma posición, correspondiendo mi mirada durante unos segundos.

—Creo que ya podemos salir —dejó caer su mano y se puso en pie—. Te acompañaré a casa —añadió una vez se sacudió el pantalón.

—Te quedarás en mi casa —respondí serio conforme me levantaba, haciendo que el moreno me mirase confuso—. Habrá cazadores cerca de la reserva, esperando a que algún hombre lobo se acerque... —di un par de pasos hacia su cuerpo hasta quedar a tan sólo unos centímetros—. No voy a permitir que vuelvas solo y te expongas al peligro —endurecí el tono de mi voz, clavando mi mirada en la suya.

—¿Y tu padre? —frunció el ceño.

—Tiene turno de noche —me alejé de él, ya que no veía ninguna señal de negación a mi idea, y sonreí—. Dile al tuyo lo que ocurre y que mejor te quedarás escondido —me encogí levemente de hombros.

—Está bien —soltó una risa muda—. Pero vámonos ya —estiró su brazo en mi dirección, provocando que le mirase extrañado—. Así iremos más rápidos —rodó los ojos, a lo que yo asentí y, finalmente, agarré su mano con la mía.

Tras un rápido camino de vuelta, sin toparnos con ningún cazador, al fin llegamos a mi jardín. En lo poco que llevaba en aquel pueblo, nunca me había sentido tan a salvo en casa como esa noche.

Una vez en el salón, escuché cómo Tay comenzaba a olisquear algo a nuestro alrededor. Le miré intrigado hasta que le vi oliéndose a sí mismo.

—¿Qué haces? —me crucé de brazos, sin dejar de observarle.

—El olor a pescado muerto se ha quedado impregnado en nosotros —alzó su cara hacia la mía e hizo una mueca de asco con la boca.

—¿Quieres darte una ducha? —carcajeé al ver cómo asentía rápidamente y sin pensarlo—. Te daré algo para que te pongas mientras tu ropa se lava —comencé a andar hacia las escaleras y, al pasar por su lado, di un par de palmadas en su pecho—. Sígueme.

Mientras Tay se duchaba en el baño de arriba, yo lo hice en el de abajo para así no tener que hacerle esperar. Me puse el chándal y llevé nuestra ropa apestando a pescado a la lavadora. Subí por las escaleras y, cuando llegué a la puerta de mi habitación, me encontré a Tay al lado de mi cama, terminando de ponerse el pantalón de chándal que le había dejado. Aún estaba sin camiseta y con el pelo mojado, así que comenzó a sacudirse como si fuese un perro, lo cual me hizo reír, llamando su atención.

LUNA LLENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora