Capítulo 13.

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—Kya, Keme, Nodin, ¿qué estáis haciendo aquí? —preguntó Tay con toda la tranquilidad, como si fuera normal el que nos vieran juntos.

—Eso deberíamos preguntarte nosotros, ¿no crees? —respondió Kya mirándonos de arriba abajo.

—Tay, ¿qué estás haciendo con este chico? —intervino el Tiwa del mechón cobrizo señalándome con su mano.

—Y yo que pensaba que, lo que acabábamos de escuchar en las gradas, era mentira... —dijo el otro chico.

—Se sentía mal y le he ayudado —se excusó mi amigo encogiéndose de hombros.

—Hemos visto el entrenamiento, Tay —contestó Kya con una de sus cejas alzadas.

—¿Y? —soltó una carcajada suave.

—¿Desde cuándo ayudamos a alguien que no sea de los nuestros? —habló de nuevo el del mechón.

—¿Me estás acusando, Nodin? —dio un par de pasos hacia él.

—Sólo quiero saber la verdad —tartamudeó un poco nervioso.

—Yo sí —dijo Kya, haciendo que Tay girase su cabeza hacia ella—. Te dije que no te iba a quitar el ojo de encima —dio un toque con su índice en el pecho del moreno.

—¿En qué estabas pensando? —alzó la voz el otro chico, por lógica, Keme—. No es un Tiwa —agarró el brazo de mi amigo, quien bajó su mirada hacia la mano.

—Y, encima, lo ha hecho con medio instituto presente —Kya soltó un suspiro de cansancio.

—¿Qué malo tiene que no sea uno de los vuestros? —pregunté, haciéndome el tonto—. ¿Tan malo es que me hable? —fruncí el ceño, provocando que Tay me mirara y sonriese disimuladamente.

—Tú cállate —respondió Keme dedicándome una mirada amenazadora.

—O si no, ¿qué? —di un par de pasos hacia él, ya cansado de tanta hostilidad por su parte.

—Aiden —me llamó Tay, haciendo que le mirase, y puso su brazo entre mi cuerpo y el del chico. Se quedó unos segundos con sus ojos clavados en los míos y negó disimuladamente con la cabeza—. Vámonos, todo esto ha sido un malentendido —añadió una vez se volteó de nuevo hacia ellos.

—¿De verdad esperas que nos lo creamos? —contestó Kya en tono de burla.

—He dicho que ha sido un malentendido —endureció su voz, al igual que su mirada, encarándole hasta que la chica asintió no muy conforme y, los tres, empezaron a caminar por el pasillo.

—Tay... —susurré para llamarle, a lo que él me miró y simuló una sonrisa, la cual yo era consciente de cuán falsa era.

Después, echó a andar detrás de sus hermanos de Tribu hasta que desaparecieron de mi vista. Dejé caer mi espalda en la puerta del vestuario y, tras soltar un suspiro, me puse en marcha para coger mi mochila de mi taquilla e irme de una vez por todas a casa.

El resto del día, tanto por la tarde como por la noche, no tuvo nada significativo que resaltar. Estuve sólo hasta la madrugada. Mi padre llegó cuando al fin me pude dormir después de horas y horas dándole vueltas a la cabeza sobre lo vivido en el entrenamiento y lo que pasó después. Estaba realmente preocupado por Tay. No tenía ni idea de qué habría pasado con los chicos Tiwa al salir del instituto y si, algunos de ellos, se lo habría contado a los de su tribu. Aunque mi amigo me hubiera dicho que no era culpa mía, que él fue quien me metió en todo aquello, la realidad era que yo no paraba de complicarle la vida, y eso, cada vez, me gustaba menos.

Al día siguiente, me fui andando al instituto, ya que no quería despertar a mi padre para que me llevase y tampoco me apetecía ir en bus. Nada más entré por la puerta principal del edificio, la mayoría de miradas se clavaron en mí y, unos segundos después, empezaron a murmurar cosas que, por mi seguridad y, sobre todo, la de ellos, preferí no escuchar.

LUNA LLENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora