Capítulo 31 - Tormenta

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Lucho seguía pensando en su extraño sueño. Maya, por su parte, se había ido a por un café, no sin antes pedirle a un médico que se quedase unos minutos con el chico, para que no estuviese solo.

El médico, Plubio Manzano, caminaba por la sala, mirando de vez en cuando al chico de la camilla. De repente, Lucho abrió los ojos.

- ¿Eh? ¿Dónde...? - Preguntó.

- ¡Ah! ¿Ya despertaste? - Dijo el médico, acercándose corriendo a la camilla. - Yo soy el doctor Manzano, pero puedes llamarme Plubio.

- Ho...hola. - Miró a su alrededor, como si estuviese buscando a alguien. - ¿Dónde está Maya?

- ¿Ya chica que estaba aquí contigo? Ha ido a por un café. Se la veía muy cansada, pero se ha negado rotundamente a dejarte solo ni un segundo. - Hizo una pausa y miró al chico. - Parece que le importas mucho.

- ¿A ella? Apenas nos conocemos...

- ¿En serio? Pues que sepas que esa "conocida" tuya te trajo desde Sierra Helada, ella sola.

- ¡¿Que hizo qué?!

- Lo que oyes...así que yo que tú le daría las gracias en cuanto la veas. - Le aconsejó el doctor. - Hablando de ella, ¿dónde está? No se tarda tanto en sacar un café de la máquina...

El chico recordó lo que Maya le dijo cuando estaba en coma, y palideció al instante.

- Ella...ella me dijo que estaba...que estábamos en peligro. ¿Y si le ha pasado algo? - Dijo, saltando de la camilla.

- Chico, creo que no deberías hacer eso...no estás completamente recuperado... - Le aconsejó el doctor mientras el chico ya salía corriendo por la puerta. - ¡La máquina de café donde fue tu compañera está en la segunda planta!

Lucho corrió por el pasillo, buscando la escalera. Cuando la encontró, subió rápidamente hasta llegar a la segunda planta, donde empezó a dar vueltas buscando la máquina de café.

- ¡Maya! ¡¿Estás ahí?! - Gritó él.

No recibió respuesta. Todo estaba en silencio. De repente, las luces parpadearon y se apagaron.

- ¿Eh? Su...supongo que será por culpa de la llu...lluvia. - Dedujo, empezando a temblar.

Siguió caminando a oscuras hasta divisar una pequeña máquina de bebidas. No había nadie cerca. Un café se había derramado en el suelo.

- ¡Ma...agh! - Un dolor lo detuvo. La herida que tenía, a pesar de estar cosida con puntos, le seguía doliendo. El dolor aumentó y cayó de rodillas, al lado del vaso de café derramado.

- ¡Bruno, espera, para! - Dijo una voz a lo lejos.

Lucho se levantó como pudo y siguió el sonido de las voces. Sabía que estaban cerca, así que corrió lo más rápido que pudo hasta doblar una esquina. Se quedó parado mirando la escena: un chico rubio, más o menos de su misma edad, atacaba a Maya con un enorme cuchillo. Parecía estar protegido con una especie de traje que repelía el fuego. Ella intentaba atacarle con unas enormes bolas de fuego que creaba en sus manos.

- ¿Te rindes ya? - Dijo el rubio.

- Sabes que no, Bruno. - Le contestó ella.

- Muy bien, pues adelante, sigue debilitándote intentando atacarme, ya veremos qué pasa al final...parece que no me va a hacer falta ni usar armas.

Maya siguió intentando atacarle, sin ningún resultado.

- Pero...¿cómo es que mis llamas no te afectan? - Preguntó, intentando observar el traje en medio de la penumbra. - ¡Ah! No puede ser...eso es...¡el colgante de fuego!

- Vaya, eres más lista de lo que pensaba. Estuvimos investigando con él hasta que descubrimos que cuando se rompía liberaba una especie de capa protectora al fuego.

- ¿Eh? Eso...eso no lo sabía. Pero, si tú tienes el colgante...¿qué has hecho con Max? - Grito ella, abalanzándose sobre él. Un corte en la pierna la detuvo.

- Ya no queremos tu poder...solo necesitamos matarte, que dejes de existir. Si no existes, ¿qué más da que no tengamos poderes? Haremos saber a todos que destruimos al monstruo de fuego, y nos considerarán héroes.

- Poder, poder y más poder...solo queréis eso... - No tenía un corte demasiado profundo, pero aún así le impedía levantarse.

- ¿Sabes cuál es la pena? Que no puedo matarte aquí, en medio de un hospital, te curarían rápido y no podría acabar contigo. Pero ahora tanto tú como el otro chico estáis heridos, y os será más difícil huir. - Paró y miró a su muñeca izquierda. - Bueno, creo que ha llegado la hora de irme.

Lucho seguía observando. Todavía no le habían visto. Sabía que no podría hacer nada contra él, pero la rabia se apoderó de su cuerpo y atacó.

- ¡¡No tan rápido!! - Dijo Lucho, saliendo de la oscuridad. - Aún no has acabado conmigo...

- Lucho, ¿qué...qué haces? - Comentó Maya, asombrada. Seguía tirada en el suelo después de lo del corte, así que no pudo detenerlo.

El chico creó una gran bola de fuego. No pretendía atacar, sino distraer. La lanzó a la cara de Bruno, para que no pudiese ver. Justo en ese momento, cogió el colgante de fuego del pecho del chico. Levantó a Maya y ambos se fueron corriendo. Todo esto en cuestión de segundos, mientras Bruno seguía sin ver nada al no haber disipado del todo la bola de fuego.

- ¡Maldición! - Dijo, cuando se dio cuenta de lo sucedido.




El poder ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora