Capítulo 18 - Cenizas

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El águila volaba rápidamente. No sabía muy bien a dónde iba, pero su nueva compañera, Maya, le había dicho que fuese a un pueblo grande con un bosque, y eso buscaba. Y sí, podía entenderla, perfectamente. No era un ave corriente, y por eso parecía sentirse identificado con ella.

Miró hacia abajo y vio un pueblo totalmente quemado. Solo quedaban las cenizas de lo que antes era una alegre aldea. No quedaba rastro de las llamas, pero tampoco de los aldeanos. Decidió bajar un poco para comprobar que no había nadie, y no se equivocaba. Todos se habían ido o...se habían quemado.

Volvió a levantar el vuelo para fijarse en el bosque que había al lado. Se había dado cuenta de que éste era el pueblo del que Maya hablaba. Se acercó más al bosque, hasta internarse completamente en él: había visto algo.

A lo lejos divisó a un grupo de personas caminando, y pensó que debían ser los habitantes del pueblo arrasado. Se fijó en que una madre hablaba de lo sucedido con su hijo, y se acercó a escuchar.

- Pero...¿y por qué quemaron el pueblo entonces? - Preguntó el niño.

- Pues...verás, Max. Nadie lo sabe, es como si lo hubieran hecho por simple diversión. - Le contestó su madre.

- ¿No han querido robar o algo parecido?

- No, no han cogido absolutamente nada. No sé qué pretendían, hijo, pero no pienses más en ello.

- ¿Y por qué no han quemado nuestra casa? O sea...¿por qué no han quemado nada de la zona sur? ¿Es que le tienen miedo al bosque?

- No lo sé hijo, no lo sé.

El águila pensó que ya había escuchado suficiente y volvió junto a Maya.

El poder ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora