Capítulo 32 - Algo de qué hablar

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Maya y Lucho corrieron hasta el quirófano de la primera planta. El doctor Plubio Manzano se había marchado, por lo que la habitación estaba vacía cuando ellos llegaron. Allí, en medio de la penumbra, ambos se miraron, sin saber muy bien qué decir. Entonces, Lucho rompió el silencio.

- Creo...creo q tienes muchas cosas que contarme...

- Sí...perdona por no habértelo dicho antes, es que... - Se disculpó ella.

- Tranquila. - Le dijo él, esbozando una sonrisa. - Cuéntame todo lo que está pasando y juntos encontraremos alguna solución.

Maya le contó todo lo que debía saber: el motivo de su viaje, los incidentes con la familia de Bruno, su pasado, algunas cosas sobre Max...

- Vaya vida más movidita que tienes. - Bromeó él. - La mía siempre fue algo más...simple. Bueno, qué más da, no creo que te importe, así que...

- ¡Claro que me importa! Ya te he dicho que todo esto empezó cuando yo quise ir a buscarte. ¡Lo he empezado todo por ti! ¡¿Y ahora me vienes diciendo con que no me va a interesar tu vida?!

- Hey, tranquila fiera. Verás, a mí me abandonaron nada más nacer. Me dejaron en una cueva de Sierra Helada, a la que te llevé cuando te encontré. Llevo viviendo allí toda mi vida. Cuando era pequeño, algunos habitantes de los pueblos cercanos se acercaban a darme comida, pero ninguno quería adoptarme. Pensé que mis padres, aunque yo no los recuerdo, les habrían contado a todos que yo tenía poderes y que podría ser peligroso. Cuando fui creciendo y la gente vio que podía sacarme yo solo las castañas del fuego dejaron de traerme comida.

- Hay algo que me ronda la cabeza... - Comentó ella, sentándose en la camilla del quirófano.

- ¿El qué? - Preguntó él, sentándose también.

- ¿Por qué tú y yo...solo tú y yo tenemos este poder?

- No...no lo sé...me temo que solo sé lo mismo que tú. - El chico miró a ambos lados de la habitación. - Por cierto, ¿dónde está el águila?

- Cuando vi que Bruno tenía el colgante de Max, le hice una seña a Fénix para que fuese a buscarlo.

- Ya entiendo...¿piensas ir a por él?

- Sí, es mi amigo...mi único amigo...y pienso salvarlo.

- Bueno...también me tienes a mí, ¿no?

- ¿Eh? ¡Ah! Sí, sí, claro. - Maya se sonrojó, pero Lucho no pudo debido a la oscuridad que había en la sala. - Oye, creo que deberíamos ir a arreglar la luz.

- Claro, si sabes dónde está el cuarto de luces... - Se burló Lucho.

- Ya, ya, muy gracioso. Aunque, ahora que lo pienso...¿por qué no lo encienden los médicos? ¿Dónde están todos?

- ¡Ah! Es verdad...no hay nadie...el doctor Manzano tampoco estaba cuando llegamos...

Maya se levantó de la camilla y se asomó al pasillo. Caminó hacia el mostrador, en busca de Petra.

- ¿Petra? ¿Hola? ¿Hay alguien? - Preguntó, sin obtener ningún resultado.

Lucho corrió a su lado. No quería dejarla sola.

- No hay nadie... - Comentó él. - ¿Qué habrá pasado?

- ¡Eh! ¡Chicos! Venid aquí. - Susurró alguien, al otro lado del pasillo.

Maya y Lucho cruzaron sus miradas por un instante, y después siguieron por la dirección de donde venía la voz.

El poder ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora