Capítulo 24 - Nieve roja

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- ¿Tú qué opinas, Fénix? A ver, es que no sé si es el que buscamos...

El ave miró pensativo hacia el suelo. Luego voló hasta los brazos de la chica y dejó que ésta le acariciase.

Lucho ya se había marchado hacía un buen rato, pero no había vuelto.

- Tampoco sabes qué decir, ¿verdad? Muy bien, pues veamos lo que tenemos: vive en Sierra Helada, donde nos dijo Max, está en una especie de cueva, al igual que yo en el bosque de Novarte, y...uf, nada más. Si tan solo pudiese verle usar sus poderes...

Pasaron otro rato en silencio, esperando a que el chico volviese.

- Deben haber pasado unas dos horas...se supone que vive aquí y que conoce la zona, pero creo que deberíamos salir a ver si le ha pasado algo.

Maya se levantó y fue hacia la salida de la cueva, y Fénix la siguió. Ya se veía un poco mejor con la luz del amanecer. La chica avanzó por el suelo cubierto de nieve. Lo único que se veía eran varios bosques a lo lejos y una explanada completamente nevada, que era donde se encontraban.

Fénix soltó un grito muy agudo, que alertó a Maya.

- ¿Qué pasa? - Dijo ella, volviéndose hacia el ave.

No hacía falta una respuesta: Lucho estaba tendido en el suelo. A su alrededor había un círculo de nieve roja, manchada de sangre. No se movía.

- ¡Lucho! - Gritó la chica.

Corrió hacia él y se sentó a su lado. Intentó tomarle el pulso, aunque sus manos le temblaban. Al final optó por acercarse a su pecho y ver si respiraba...por suerte, lo hacía. Se fijó en el horrible corte en el estómago que tenía, y lo peor era que seguía sangrando.

Decidió cogerlo como pudo y llevarlo al interior de la cueva. Allí encendió un gran fuego con sus poderes. Tumbó al chico encima de una manta, con la que le había tapado él cuando la salvó, e intentó buscar más, recordando que dijo que tenía mantas de sobra. Pudo encontrar dos más en un rincón de la cueva. Con una tapó al chico para que no cogiese frío y con la otra presionó la herida.

- ¿Por qué te ha pasado esto? ¿Por qué ahora? - Susurró la chica, mientras intentaba frenar el sangrado. El chico, aún inconsciente, parecía debilitarse poco a poco. - ¡Fénix, ven!

El ave se acercó rápidamente. Suponía que su compañera había tenido una idea, y estaba dispuesto a ayudar en todo lo posible.

- Necesito que salgas y busques un pueblo con algún centro médico o algo así...según el mapa, hay unos cuantos pueblos, aunque están lejos, pero puede que alguno lo tenga. - Explicó Maya. - Sé que es difícil, pero también sé que tú puedes lograrlo.

Fénix la miró. Estaba dispuesto a hacer lo que sea, así que movió sus alas, salió de la cueva y levantó el vuelo.


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