Capítulo 38 - Poder oculto

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Lucho siguió caminando por el sendero hasta llegar a un claro en medio del bosque. Ahí estaba Maya, con los ojos cerrados y envuelta en un aura de fuego. El chico decidió quedarse escondido detrás de un árbol, no quería interrumpirla.

Se pasaron algunos minutos más así, hasta que ella juntó las manos, como si intentase lanzar un ataque. Un enorme rayo se disponía a salir de sus manos para ser disparado a uno de los árboles, pero algo salió mal y el rayo se apagó, al igual que el aura que la rodeaba. Entonces, ella abrió los ojos.

- ¡Agh, algo sale mal! - Dijo, muy disgustada. - Venga, otra vez.

Se concentró de nuevo y el aura volvió a formarse a su alrededor pero, de repente, cayó al suelo por el cansancio.

- ¡Maya! - Gritó Lucho, saliendo de su escondite y corriendo hacia ella.

La chica no contestó. Parecía que estaba inconsciente. Él la cogió, escaló con bastante dificultades la pared y llegó de nuevo a la cueva. Allí la dejó con mucho cuidado en el suelo y se sentó a esperar hasta que ella despertase.

- Creo...creo que estoy teniendo un déjà vu. - Bromeó el chico. - ¿Qué hacías a estas horas? Aunque...tú podrías preguntarme lo mismo, ¿no crees?

La miró un segundo y cerró los ojos. Maya despertó justo en ese momento, pero no le dio tiempo a decir nada.

- Maya, tú...tú...cómo podría decírtelo...

La chica decidió callarse y seguir haciéndose la dormida un poco más.

- Bueno...emm...no sé si preferiría decírtelo ahora que estás inconsciente o cuando estés despierta...aunque entonces me dará aún más corte...bueno, venga, lo diré de una. - Tragó saliva, respiró hondo y continuó. - Tú me...tú me gustas...pero no en plan amigos, ¿entiendes? Desde que te conocí supe que eras especial, tienes un carácter que me encanta, una mirada que intimida de verdad y una sonrisa con la que no puedo evitar sonreír...por todo eso, y muchas más cosas, te quiero.

Maya sabía que no iba a poder evitar sonreír, así que decidió hacer como que se despertaba justo en ese momento para que Lucho no se diese cuenta del engaño.

- ¿Eh? ¿Qué hago...qué hago aquí? - Dijo ella, abriendo los ojos lentamente.

- ¿Ya...ya has despertado? - Preguntó él, sonrojado. - ¡¿Qué hacías a estas horas en el bosque?! ¡¿No te das cuenta de que podría haberte pasado algo más grave si yo no hubiese estado allí?!

- Ah, eso, ¿qué hacías tú allí? ¿Me has estado vigilando? - Comentó la chica, con una sonrisa burlona.

- ¿Qué? ¿Yo? Es solo que...me he despertado, no te he visto y he ido a buscarte. Aunque, si te digo la verdad, sentí como una fuerza que me llamaba, una fuerza que venía de allí, y por eso te encontré.

- Qué raro...la verdad es que nunca me había pasado eso antes, pero da igual, no he conseguido que funcione...¡tengo que seguir intentándolo!

- Calma, calma, ¿te acabas de desmayar pero ya quieres volver a intentarlo? Yo que tú me tomaría un respiro. Y avísame cuando vayas a volver a intentarlo.

- ¿Qué? ¿Estás diciendo que no puedo hacerlo sin ti? ¿Que no soy suficientemente fuerte? - Preguntó ella, intimidando al chico con la mirada.

- ¿Eh? No...no me refería a eso...solo quería que no estuvieses sola si te vuelve a pasar algo. Sabes que tienes enemigos, y pueden estar en cualquier parte.

- Está bien, está bien, sé a qué te refieres. - Contestó, con una sonrisa.

- Oye, cuando...cuando estabas inconsciente, ¿podías oír cosas del exterior o no sentías nada?

Maya meditó su respuesta: ¿sería mejor hacerle saber que ella lo había oído todo o hacer como que no sabía nada?

- ¿Por? La verdad es que no sentía ni oía nada...¿es que me has dicho algo que deba saber?

- No, no, no era nada importante.

- Está bien.

- ¿Me cuentas ahora lo que te dijeron en el hospital? - Dijo Lucho, intentando cambiar de tema.

- ¡Claro! Verás...Petra me contó que las luces se apagaron, bueno, eso ya lo sabemos. El caso es que tienen un protocolo: cuando eso pasa, deben reunirse todos los empleados en la sala de electricidad para arreglar la luz. Pues...cuando fueron todos allí, una de las enfermeras estaba en el suelo con un puñal en la espalda. Nadie sabe qué había pasado, pero fueron a buscar ayuda mientras un hombre intentaba salvar a la chica. Intentaron salir por la puerta, pero no pudieron: algo les impedía salir. Todos tenían unas pulseras en los pies que daban descargas eléctricas si intentaban salir del recinto. El caso es que no saben cómo se las habían podido poner sin que ellos se diesen cuenta. Así que volvieron a la sala de electricidad y se encontraron al hombre que se quedó allí herido. Decidieron esconderse, y por eso Petra estaba así de asustada.

- Pero...¿por qué nosotros no teníamos esas pulseras y sí que pudimos salir?

- Enlaza las cosas...tienen a Max como rehén y quieren que vayamos allí para rescatarlo. Quieren que veamos el poder que tienen.

- Tienes razón...esto me preocupa, y mucho...

- Hey, no te preocupes. - Le dijo Maya, cogiéndole de las manos. - Estamos juntos en esto, ¿no?

- S...sí. - El chico se había puesto nervioso ante el gesto de su amiga, y no podía evitar que se le notase. - Entonces...¿qué te parece si entrenamos...juntos?

- ¡Genial! Venga, vamos.

- Oye, es de noche, ¿recuerdas? Es peligroso.

- Cierto, cierto. Pues...¿a dormir?

- Sí, creo que será lo mejor.

- Oye, por cierto, ¿por qué estás mojado?

- Es...una larga historia. Intenté coger un poco de agua de la cascada y...en fin.

- Ya veo por dónde vas. Bueno, pues...¡buenas noches!

- Buenas...buenas noches. - Respondió él.

Maya se tumbó en el frío suelo de la cueva, pegada a la pared. Lucho hizo lo mismo, pero justo en el otro extremo. Ambos sabían que iba a ser una noche muy larga.



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