Capítulo 42 - Separados

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Los tres corrían alejándose de la casa, liderados por Maya. Ella los guiaba por el mismo camino por donde había comenzado su aventura. Dejaron de correr al llegar al claro de un enorme bosque.

- ¿Esto no es...el lugar donde nos conocimos? - Preguntó Max, mirando a Maya.

- Sí...este es mi hogar. - Contestó ella.

Los tres se sentaron en el suelo para charlar.

- Ellos no saldrán a buscarnos de momento, así que tenemos tiempo para hablar. - Dijo Lucho, que no había abierto la boca en bastante tiempo.

- Oye, tú eres...¡eres el chico que vi aquel año en Sierra Helada! - Exclamó el pequeño. - Por lo tanto...¡lo encontraste, Maya! ¡Encontraste al chico que buscabas!

- Así es. Bien, creo que debería presentaros. - Dijo Maya. - Lucho, este es Max. Max, este es Lucho.

- ¿Lucho? Tienes un nombre muy raro. - Comentó Max.

- Si te digo la verdad...mi nombre es Luis, pero siempre me ha gustado más que me llamen Lucho. - Dijo el chico. Después se giró hacia ella y sonrió.

- Oye...¿qué pasa entre vosotros dos? - Preguntó en pequeño, curioso.

- ¿Eh? No sé...no sé a qué te refieres... - Dijo ella, sonrojada.

- Eres listo, chico, mucho más de lo que pensaba. - Comentó Lucho, haciéndole ver a Max que estaba en lo cierto.

El pequeño sonrió y miró con una mirada inquisitiva a Maya.

- Dejando este tema de lado...¿por qué has decidido huir? A ver, no digo que hayas elegido mal, solo quiero saber por qué.

- Conozco...bueno, Lucho y yo conocemos un sitio donde podremos estar seguros. - Contestó ella.

- ¿Eh? ¿Cuál? - Preguntó de nuevo Max.

- Ah, claro, buena idea. Ya sé por qué has decidido todo esto... - Dijo Lucho, al comprender lo que su compañera decía.

- Pero lo primero es lo primero: llevar al enano con su madre.

- ¡¿Ya estamos otra vez igual?! Además...no tengo ni idea de dónde puede estar mi madre ahora...

- ¿Qué pasó? ¿Por qué te separaste de ella? - Preguntó la chica.

Después de que Max les contase todo lo que había pasado, decidieron ir al pueblo al que su madre y el resto de los aldeanos se dirigían.

- Maya...nosotros dos no vamos a poder entrar en el pueblo, ya sabes lo que puede pasarnos... - Comentó Lucho.

- Lo sé, nos quedaremos escondidos en las afueras y dejaremos que Max busque a su madre. - Se gira hacia el pequeño. - Cuando la encuentres, avísanos.

Después de un rato caminando, llegaron hasta el pueblo que buscaban. Maya y Lucho se quedaron escondidos en el bosque, mientras que su amigo se perdió entre las callejuelas del pueblo.

Max recorrió cada calle, hasta llegar a una plaza con un pequeño mercado. Allí estaba su madre, preguntando a los vendedores.

- Perdone, ¿ha visto a un niño pequeño, de once años, con el pelo corto y castaño? Lleva una camisa blanca y unos pantalones vaqueros... - Explicaba Inma, la madre de Max, a todos los que estaban en ese momento en la plaza.

- No, lo siento... - Le respondían.

- ¡Mamá! - Exclamó el chico, mientras corría hacia ella.

Ésta se dio la vuelta y abrazó a su hijo con todas sus fuerzas.

- Max...¿dónde has estado? ¿Qué ha pasado? Te han secuestrado esos dos, ¿verdad?

- ¿Eh? ¿De quiénes estás hablando?

- Se ha corrido el rumor de que dos chicos capaces de controlar el fuego quieren quemar todos estos pueblos...se creen que pueden controlarnos a todos, ¿sabes?

- No...no sé, no he oído hablar de ellos. - Mintió él, buscando una excusa para su secuestro.

- Venga, tenemos una habitación en una posada. Cuando lleguemos me lo cuentas todo.

- Es...¡espera mamá! Antes tengo que hacer algo. - Dijo Max, mientras salía corriendo.

- Agh, este niño... - Se quejó su madre.

El chico volvió con sus amigos y les contó la situación.

- Bueno...pues cuídate mucho, enano. - Se despidió Maya.

- Tú ten cuidado. - Le respondió él. Después, miró a Lucho y sonrió. - Aunque sé que ahora no estás sola.

- No te olvides de nosotros, chaval. - Le dijo Lucho, acariciándole el pelo.

El pequeño volvió corriendo a la plaza para reunirse con su madre. Pensaba contarle que los de la familia de Bruno eran los malos, evitando en cualquier momento hablar de Maya y Lucho.

Por su parte, los dos chicos caminaban despacio por el bosque, pensando en qué iban a hacer ahora.

- Oye, Lucho...ahora que estamos solos, quería comentarte algo... - Dijo Maya, algo angustiada. - Cuando fuimos a la mansión, no vi a Fénix por ninguna parte. Cuando estuvimos rodeando la casa, cuando entramos...¡no estaba! Le dije que fuese hacia allí para ver cómo estaba Max, pero nunca volvió...

- Es cierto, no me di cuenta...

- En fin, ya veré cómo le encuentro...lo primero será que volvamos al Valle de Venus.

- Sí...

El poder ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora