Capítulo 44 - El auténtico rubí

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- ¡Eh! ¡Maya, despierta!

La chica abrió los ojos y miró al pelirrojo que estaba delante de ella. Alargó el brazo hasta llegar a acariciarle una de las mejillas y sonrió.

- Estás bien. - Susurró ella, feliz.

- Sí, aunque...no sé muy bien cómo. - Dijo Lucho, algo desconcertado. - Y...¿qué ha pasado con Bruno y los otros?

- Digamos que...es una larga historia. Te lo contaré por el camino. - Explicó ella, levantándose lentamente. - Es hora de irnos.

El chico asintió y tendió la mano a su compañera.

- ¿Te importa si nos pasamos por mi antigua cueva antes de ir al valle? - Preguntó él. - Es que tengo que coger algunas cosas...

- ¡Claro, vamos!

Maya se levantó y dejó que Lucho fuese delante. Miró su espalda en busca de la profunda herida que le había hecho Bruno, pero no encontró nada. El chico estaba completamente recuperado, como si la pelea no hubiese sucedido.

- ¿Estás bien? ¿Completamente bien? - Insistió ella.

- Sí, sí. - Respondió. - No te preocupes.

Recorrieron un largo camino hasta la cueva de Lucho. Mientras, Maya le contó todo lo sucedido: el engaño, el rayo, la mágica curación de la herida...

- No lo entiendo...¿sabes algún conjuro de recuperación? ¿Y cómo pudiste lanzar el rayo tú sola?

- A la primera pregunta...que yo sepa, no. A la segunda...creo que básicamente fue el odio acumulado. Creo que todo fue por la rabia que me dio entonces.

- Diste tu poder por mí...no sé cómo agradecértelo...

- No hace falta, con que sigas a mi lado es suficiente. - Respondió la chica, sonriéndole.

Él se sonrojó y miró al frente, intentando que no se le notase. Maya fingió no verlo y cambió de tema.

- ¿Para qué quieres ir a la cueva? - Preguntó ella.

- Quiero coger algunas mantas que tenía por ahí y alguna otra cosilla... - Parecía que no quería decirlo todo, pero la chica prefirió no insistir.

Cuando por fin llegaron, Lucho insistió en que Maya se quedase fuera. Ella accedió, sabiendo que el chico ocultaba algo.

Salió de la cueva cinco minutos más tarde. Se guardó algo en el bolsillo de la chaqueta y saludó a su compañera, intentando que ella no sospechase.

- Ya está. He cogido un par de mantas para que no pasemos frío. Tampoco es que tuviese mucho más que llevarme... - Miró hacia atrás un segundo y sonrió a Maya. - Supongo que estas mantas serán suficientes para los tres.

- ¿Los tres?

- Mira a quién me he encontrado en la cueva. - Hizo una pausa y se dio la vuelta. - ¡Fénix, ven!

El águila voló hasta el hombro de Maya. Ella no se lo podía creer y miró a Lucho en busca de una respuesta.

- ¿Esto es lo que me ocultabas? - Preguntó, abrazando suavemente al animal, que parecía igual de feliz que ella.

- ¿Eh? ¿Qué te he ocultado yo? - Se extrañó él. - Me he encontrado a Fénix en un rincón de la cueva. ¿Cómo iba a saber yo que estaba aquí?

- Vaya, así que has venido aquí tú solito esperando a que volviésemos, ¿eh? ¿Qué te había pasado? Bueno, no importa. - Dijo la chica, dirigiéndose al ave. Después volvió a girarse hacia Lucho. - Entonces...¿qué es lo que no quieres decirme?

- Na...nada. No sé por qué dices eso ahora. - Se excusó. - Venga, vámonos.

Llegaron hasta el Valle de Venus, se acercaron al lago y pararon para charlar.

- Pues...éste será nuestro hogar a partir de ahora. - Comentó Maya. - ¿Qué te parece, Fénix?

El águila soltó un alegre graznido. Parecía estar de acuerdo.

- Iremos a la misma cueva de la última vez, ¿no? - Continuó la chica.

Lucho no contestó. Estaba absorto en sus pensamientos, mirando el agua del lago fijamente.

- ¡Eh! La Tierra llamando a Lucho, ¿se me escucha?

- ¿Qué? ¿Eh? - Preguntó el chico, despistado.

- ¿En qué piensas?

- En nada, cosas sin importancia... - Respondió él.

Maya sabía que no iba a conseguir sacarle nada, así que prefirió levantarse e ir hacia la cueva con Fénix.

- ¡Espérame! - Exclamó Lucho, yendo tras ella.

Subieron el acantilado, pasaron por detrás de la cascada y llegaron a su nuevo hogar. Mientras la chica dejaba su gorra y la mochila en el suelo, su compañero sacaba lo que se había guardado en el bolsillo y esperaba a que Maya se volviese hacia él. Cuando lo hizo, vio la tierna mirada de Lucho y no pudo evitar preguntar.

- ¿Qué te pasa ahora? - Dijo, algo sonrojada.

- Es que...tengo que darte algo. - Contestó él, acercándose lentamente. - A lo mejor le he dado demasiada importancia o a lo mejor ni siquiera te gusta...

- ¿Y qué es?

El chico cogió la mano de Maya y puso un precioso brazalete alrededor de su muñeca. Ella se quedó mirándolo con admiración.

- Es...es...precioso. ¿Cómo lo has conseguido?

- Me lo encontré hace años en este mismo valle. Lo guardé en mi cueva esperando poder dárselo a alguien muy especial para mí, y creo que por fin lo he encontrado. - Hizo una pausa para ver la reacción de su compañera, que seguía contemplando el brazalete. - Las piedras que tiene creo que son rubíes auténticos. Y...si no te gusta, puedes sacarte bastante dinero vendiéndolo.

- ¿Venderlo? ¡Me encanta! Eres un cielo. - Dijo, abrazándole.

Lucho se ponía muy nervioso cada vez que pasaba este tipo de situaciones, pero no quería separarse de ella. Como Maya sabía esto, decidió cambiar de tema.

- Bueno, hora de cenar. Vamos a buscar algo de fruta para esta noche. - Miró hacia el ave, que estaba en un rincón de la cueva. - ¿Vienes?

Fénix se levantó y les siguió en busca de comida. Después, cenaron y pasaron de nuevo la noche en aquel lugar idílico, sabiendo que por fin se había acabado todo.

El poder ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora