- Acercaos, por favor. - Continuó Maya.
Los tres se acercaron a ella. Parecían un poco sorprendidos de que la chica hubiese aceptado tan rápidamente.
- Coged vuestras manos, y no las soltéis bajo ninguna circunstancia. Después, cerrad los ojos.
Bruno y su madre agarraron con fuerza las manos de Maya, y el padre cogió las de los otros dos. Siguieron las instrucciones de la chica al pie de la letra. Ella tenía una pequeña sonrisa en los labios, y rio para sus adentros.
Comprobó que todos tenían los ojos cerrados y empezó a calentarse lentamente. Sus manos empezaron a arder con la fuerza de mil llamas, y les transmitió ese calor a todos. El cuerpo de los tres miembros de esa familia empezó a quemarse por dentro, aunque por fuera seguían como siempre. Al estar todos unidos de las manos, aquel calor inmenso les llegaba a todos. Y, en cuestión de segundos, los tres empezaron a gritar de dolor. Maya aprovechó entonces para salir corriendo sin que los demás pudiesen detenerla. Estaban demasiado ocupados intentando apagar aquel dolor insufrible que crecía en el interior de su cuerpo.
La chica lanzó una bola de fuego a la puerta de madera, y saltó por el hueco que se había formado al instante. El águila, que estaba moviéndose nerviosamente por la habitación, salió volando detrás de Maya.
<<No puedo dejar de correr, tengo que seguir, no puedo parar...>> Pensó ella, mientras seguía subiendo la gran ladera. <<Si le encuentro, quizá podamos detener esto juntos...¡tengo que darme prisa!>>.
No tenía frío, pero tampoco calor. No se sentía mal, pero tampoco bien. Parecía entender lo que estaba sucediendo, pero no del todo. Se hacía millones de preguntas en la cabeza, sin percatarse de que el ave la seguía de cerca.
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El poder oculto
AventuraMaya, una chica capaz de controlar el fuego a su antojo, decide ir en busca de un chico misterioso que parece tener el mismo don que ella. Por ello decide emprender un largo viaje en el que no se lo pondrán nada fácil.