Capítulo 4 - Él

27 4 4
                                    

- Pues verás, mis padres decidieron que íbamos a hacer una excursión a las montañas. A las que están al norte del pueblo. - Dijo Max, comenzando su relato.

- ¿Te refieres a las de Sierra Helada?

- Sí, sí, esas. Bueno, el caso es que estábamos caminando tranquilamente por un sendero y me fijé en que había una tienda de campaña debajo de un árbol. Como era verano, no hacía nada de frío, pero al lado de la tienda había un fuego encendido...pero había algo como...extraño. Entonces, yo me paré y, sin que mis padres se dieran cuenta, me acerqué a verlo.

El chico hizo una pausa. Se dio cuenta de que la chica estaba muy atenta, así que fue directamente al grano:

- El fuego estaba flotando, no había madera debajo, solo aire. Al lado había un chico pelirrojo, tenía una pequeña llama en la mano...estaba tan concentrado que creo que ni me vio. Luego, me fui corriendo porque mis padres empezaron a llamarme. El chico ni se dio cuenta.

- Pelirrojo...¿Como yo?

- ¡Sí! Exactamente como tú...¡Y con los mismos ojos!

- ¿Eh?

- Perdona...pero que yo sepa no es muy común tener los ojos de ese color. A ver, parecen marrones...pero si te acercas, se ve que son como de color rojo oscuro...granate.

- ¡Muy bien! Veo que te sabes los colores a la perfección.

Ella soltó una pequeña risita. Él la miró muy serio y parecía que empezaba a enfadarse.

- Vale, vale, no te enfades, era una broma. - Le sonrió.

- No me he enfadado...solo pienso que piensas que soy tonto.

- Tranquilo, pequeño listillo, no te subestimo.

Max suspiró. En el fondo aquella chica le caía bien, así que sonrió. Entonces ella empezó a hablar:

- Sé que no es común tener mi color de ojos, tienes razón, son de color granate...o rojizo...o algo así. Ni siquiera yo lo sé. Mis padres sabían que yo no era muy normal...sabían que tenía poderes...pero nunca les importó. Siempre lo ocultaron para que nadie me discriminase ni tuviesen miedo de mí, al fin y al cabo, ellos no lo tenían.

Hizo una pausa para pensar...ese chico tan solo tenía once años, y no sabía muy bien si lo comprendería todo. Pero decidió continuar:

- Me decían que, ya que tenía ese poder, lo aprovechase al máximo. Así que de vez en cuando practicaba para ver hasta dónde podía llegar. Y fue una de esas veces...se me escapó una pequeña chispa...y con la casa de madera...

El chiquillo se dio cuenta de que Maya estaba luchando por no llorar. Había pasado de la risa al llanto en cuestión de segundos. Era una chica muy sensible, pero que a la vez quería parecer siempre feliz y animada.

Maya cerró los ojos, respiró hondo y volvió a abrirlos, esta vez con una sonrisa en los labios.

- Voy a ir. - Dijo ella, con decisión.

- ¿A dónde? - Respondió el chico, desconcertado.

- A Sierra Helada, a conocer a ese chico.

- ¡Y eso a qué viene ahora!

- Necesito verle, necesito hablar con él...saber que no estoy sola...saber por qué tenemos este don, por qué nosotros...

- Pero...¿eres consciente de que casi estamos en invierno? Allí ya estará todo nevado, y tardarás mucho en llegar.

- Por eso mismo me voy mañana mismo.

- No voy a hacerte cambiar de opinión, ¿verdad?

- Creo que tú ya sabes la respuesta, Max.

- ¿Te vas mañana por la mañana?

- Sí cuanto antes mejor. Y...sé que es algo tarde, pero supongo que las tiendas del pueblo seguirán abiertas.

- Sí, cierran a las once. ¿Es que piensas ir?

- Yo no, pero necesito que me hagas algunos favorcillos...

El poder ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora