Dungeon

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Andrew llevaba casi una semana entrando en el Dungeon y apenas había llegado hasta el piso 19 sin que encontrara criaturas interesantes que absorber en su grimorio.

Le había llamado la atención de que el Dungeon tenía la paredes, el suelo y el techo completamente liso como si hubiera sido agujereado con una tuneladora moderna, le daba la sensación de que estaba en las alcantarillas de una ciudad moderna.

Según le había explicado la maestre del gremio, en el portón de la entrada del Dungeon había una matriz de teletransportación que te permitía volver a cualquier piso al que ya hubiera estado con anterioridad, como se sabía, en los miles de aventureros que entraban al día allí, a cual habías llegado tú, era una incógnita.

Además al principio de cada piso había otra matriz de teletransportación que si estabas más de cinco segundos encima te teletransportaba fuera del Dungeon.

También le explicó que no intentara morder más de lo que pudiera tragar, ya que muchos Aventureros habían muerto en él.

En referencia al grimorio le explicó que un grimorio de ese rango permitía tener invocadas tantas criaturas como su característica de inteligencia, además podía tenerla invocadas durante un tiempo ilimitado, pero debía tener en cuenta que si eran derrotados, no podría volver a llamarlos hasta que pasará el mismo tiempo que habían estado invocados.

Andrew se adentró despacio en el piso 19, era la primera vez que había llegado hasta allí, por el camino se había enfrentado a kobolds, gnolls, hombres lagarto, así como a sabuesos de cefiro de fuego y hielo, así como a golems de tierra y piedra, pero sus niveles eran más bajos de lo que el aventurero quería, pero sobre todo no quería criaturas malvadas o que lo parecieran.

No sabía que podía encontrarse, pero en ese piso no había muchos aventureros y no sabía por dónde podrían aparecer las criaturas, ya que surgian de las paredes de forma aleatoria.

De repente, un illita de dos metros de altura, delgado y vestido con una túnica púrpura salió corriendo de un corredor lateral lanzandole a la carga extendiendo sus brazos y sus tentáculos hacia él de forma espasmodica y salvaje, lo cual hizo que Andrew resoplara con desdén antes de cortarle la cabeza de un golpe seco, un desollador mental jamás actuaría de esa manera, lo haría con sutileza y esperaría a que otros lo hubieran herido antes de hacer eso e incluso tenía el poder de esclavizar a otras razas menos inteligentes simplemente con el poder de su mente, este Dungeon era un fiasco.

Por lo menos cada criatura vencida le daban la suficiente experiencia para subir ya a nivel 29, además de algunas monedas y, muy de vez en cuando, cuando morían y desaparecían, dejaban alguna parte de su cuerpo atrás, que llevaba al gremio de aventureros, dónde le pagaban dependiendo de la importancia de la parte dejada atrás por la criatura, pero aparte de eso no había absorbido a ninguna de las criaturas que se había encontrado hasta el momento en el Dungeon ya que éste las creaba automáticamente y eran seres salvajes y sin cerebro y eso no era lo que él estaba buscando, él queria criaturas inteligentes o al menos con un mínimo de inteligencia como las nagas que pudieran recibir órdenes y seguirlas así que después de un tiempo, decidió salir de allí y buscar en el gremio de aventureros si había alguna misión en las que pudiera absorber otro tipo de criaturas.

Además estaba el tema del archimago el cual le había invitado a qué lo visitará nada mas habia llegado a la ciudad, pero no le hacía ni pizca de gracia el ir a verlo, algo le decía que no le iba a hacer ninguna gracia lo que podría decirle, así que declinó amablemente su invitación y entró en el gremio de aventureros buscando alguna mision en la que pudiera absolver alguna criatura más para su grimorio.

En medio de la enorme habitación, la cual estaba llena de gente que entraba y salía, una muchacha gritaba implorando ayuda mientras que los demás la ignoraban como si no existiera.

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