Beast-master

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Andrew miró sorprendido al Chamberlain mientras se daba la vuelta y se iba acompañado por los tres retadores que los miraron con una sonrisa taimada.

-¿Es normal esto? -Preguntó intrigado mirando a Marcus, él cual movió la cabeza con desagrado.

-No -reconoció el aventurero negando con la cabeza-, no es nada habitual, pero el tipo del gremio de aventureros es el hijo pequeño de Krom, uno de los miembros del Consejo que gobiernan en la ciudad y está muy consentido, por lo que sé, su madre murió en el parto y su padre se desentendió de él y sus ayas y tutores no hicieron nada por cambiar su carácter hosco y grosero, consintiendo el más pequeño de sus caprichos, que con el tiempo se convirtió en tiranía, pero su padre le tapa los desmanes y tropelías, aunque casi no se ocupe de él, ahora debo ir a la Arena y elegir terreno, al ser nosotros los retados, elegimos tipo de terreno, ¿Que preferís?

Yllianni comento que si podía ser, prefería un lugar donde hubiera algo de bosque, ya que ella era una guardabosques y una maga-guerrera especializada en proyectiles mágicos, pero era muy buena en esconderse entre las sombras.

Por su parte a Andrew le daba igual, era un guerrero y poco mas, aun no había conseguido su invocación maestra, así que no le habían enseñado a ser un Beast-Master, pero decidió ir de todas formas al gremio y hablar con la jefa del gremio.

Después de despedirse de ellos, entró y fue directo a hablar con ella, que lo miro con una sonrisa tranquilizadora.

-¿Que, ya has conseguido a tu jefe en el Dungeon?

Él negó con la cabeza y se encogió de hombros.

-No son lo que estaba buscando, solo eran criaturas sin mente, incapaces de sentir algo mas que odio y no es eso lo que quiero en mi ejercito, busco algo mas, como las nagas, a las cuales se les puede dar ordenes y que se, que si decido invocarlas, serian algo mas que simples zombies descerebrados.

Cristal sonrio, eso es lo que estaba buscando, alguien que pensara como ella, el resto del gremio solo querian criaturas fuertes y no sabian que una criatura inteligente era mucho mejor que las criaturas poderosas, pero ella no podía hacer nada, solo podía aconsejar y nada mas, hacia mucho tiempo, el gremio del que formaba parte, era uno de los mas poderosos en Elerianna, pero ahora habia caido en el olvido y poca gente queria ser miembro debido a los altos costes y a las características que se pedian para poder serlo.

Ell no dijo nada y simplemente guio a Andrew al sótano donde habían una docena escasa de huevos en un lugar donde antaño habían habido centenares y una lagrima rebelde cayo por su mejilla: recordaba cuando era niña y su padre le contaba historias de cuando los Beast-master consiguieron detener una Rotura de Dungeon y ella quería revivir ese pasado, pero su tiempo también estaba pasando y buscaba un digno sucesor.

Andrew miro a su alrededor asombrado: el sótano tenia cerca de  mil quinientos metros cuadrados y estaba dividido en cámaras de entre veinte y cien metros cuadrados y cada una de esas cámaras tenían un clima diferente: frio ártico, pantano, desierto y un lugar en el que burbujeaba lava, entre otros, climas preparados para que los huevos eclosionaran, ya que no todos necesitaban calor para ello, pero por lo que le explico Cristal, no era el Beast-master el que escogía el huevo, era el huevo el que escogía, ya que al entrar en una de las cámaras, si el huevo notaba una conexión, en ese momento empezaría a temblar y acabaria rompiéndose, algunos huevos llevaban siglos aquí y no se sabia si la criatura seguia viva o no todavía.

No todos los huevos tenían un tamaño normal, el más pequeño de ellos era del tamaño de un huevo de avestruz, pero habían otros que Andrew no era capaz de abarcar con sus dos brazos, pero huevos no era lo único que había, también habían una especie de bolsas enormes llenas de un líquido blanquecino que parecía latir con vida propia que, según le explicó Cristal, eran bolsas con líquido amniótico ya que no todas las criaturas que un Beast-master podía tener nacían de los huevos aunque ella no sabía de dónde llegaban, ya que desde que ella estaba al frente del gremio, hacia ya más de quince años nunca había llegado ninguno y los más veteranos tampoco lo sabían.

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