Elfos y Gremios

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Andrew cogió una de las mantas que tenía el goblin en la cama y tapó a la elfa, después con mucho cuidado le quitó la mordaza y las cuerdas que la ataban, dando luego un par de pasos atrás, se suponía que a los goblins el resto de razas les parecían algo más que horribles, pero había un dicho que decía, que cuando no hay lomo, de todo como.

La elfa, en un primer momento no hizo intención de levantarse y lo miró fijamente con unos enormes ojos dorados, por lo que Andrew supo que era una Alta elfa.

En el juego, los elfos se dividían en tres tipos: primero estaban los Drow, una raza de elfos oscuros, con la cara negra y el pelo completamente blanco, grandes guerreros y magos, famosos por su maldad, pero que en cambio no se inmiscuian en la guerra entre la Alianza y el Triuvirato, hacían trabajos indistintamente para ambos bandos si con eso subían su poder.

Luego estaban los Silvanos, elfos salvajes que vivían en bosques sagrados para ellos y que seguían las enseñanzas de Oberon y Titania, antiguos dioses elficos cuyas enseñanzas estaban orientadas hacia la vida y la paz en el bosque, pero que nadie entrara en el bosque, que no saldría nunca de allí o por lo menos vivo.

Y después estaban los Altos elfos, estos, hacia ya milenios, se habían escindido de los Silvanos y habían decidido habitar en ciudades al estilo de los humanos, pero sus edificios eran algo fuera de lo común, algo simplemente magnífico, adornados con gemas que brillaban a la luz del sol, no eran mucho en número, pero eran muy poderosos, por lo que a Andrew le sorprendió ver a uno de ellos capturado y además por un grupo de goblins aparentemente tan débil.

-Gracias -murmuro la elfa poniéndose de pie y dejando caer la manta, haciendo que el muchacho se moviera inquieto, ya que no recordaba que el tabú de la desnudez no existía para lo elfos y después de comprobar que el cuerpo de la elfa era simplemente perfecto, decidió darse la vuelta.

-Perdón, no recordaba que una mujer desnuda os puede poner nerviosos a vosotros, los humanos -sonrió la elfa sin un apice de vergüenza-, ya estoy visible.

Andrew se dió la vuelta azotado, pero la elfa ya se había cambiado, llevaba un pantalón largo de color verde que le quedaba ceñido y un chaleco de color marrón, ambos llenos de suciedad y agujeros, que, a duras penas, cubría sus encantos, lo que atrajó las miradas de Andrew, hasta que, haciendo fuerza de flaqueza, pudo apartar la mirada ante la sonrisa de la elfa, llevaba también un par de espadas cortas diferentes a la de los goblins, pero él no había prestado mucha atención a las armas, al creerlas todas iguales.

-Me dirijo a Norwell -le explicó Andrew, mientras acababa de guardar las cosas en el morral-, tengo intención de entrar en el Dungeons para subir algunos niveles, acompáñame y así podrás lavarte y comprarte ropa nueva, a lo que ella asintió en silencio, no quería que ningún otro elfo la viera y la reconociera, pero no tenía otra opción.

Salieron de la valla y Andrew se dirigió hacia donde estaban los goblins que habían estado apagando el fuego, del cual apenas quedaban unas ascuas, ya que por suerte, se había puesto a llover un poco, lo suficiente para suprimir las llamas.
La elfa se sorprendió al verlo cortar las orejas a los goblins.

-Creia que los humanos hacíais eso por el honor y la gloria.

Andrew la miró con una sonrisa sarcástica.

-Hermana, el honor y la gloria no llena los estómagos vacíos, además debo dar una prueba de muerte, para que la gloria crezca, si no, ¿Quien creería que he matado a una veintena de goblins sin pruebas?

La elfa lo miró fijamente y asintió, pues las palabras del humano tenían lógica, pero respondió enfadada.

-No me llamo hermana, mi nombre es Evelin y se cerró en un obstinado silencio a todos los intentos de hablar por parte de Andrew.

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