ELERIANNA

PROBLEMAS

-¡Mi señor! -exclamó uno de los trillizos entrando en las habitaciones personales del anciano, el cual aun dormia, ya que en la noche anterior había estado las estrellas en lo alto de su torre y no le había gustado nada el augurio que había leído en ellas, pero casi al amanecer el sueño había hecho mella en él y a pesar de todos sus intentos no había podido permanecer despierto y no había podido saber como iba a acabar lo que se avecinaba sobre ellos.

-¿Que ocurre mi buen Trey? -preguntó mientras se desperezaba y se frotaba los ojos.

-¿Recordáis que no sabíamos que portal se iba a abrir cerca de Silverstone? pues resulta que uno de los Viajeros si que lo sabe y sus conocimientos son verdaderamente los de un erudito, pero si es cierto lo que ha dicho, un gran mal se cierne sobre Elerianna.

El anciano Taliesin se levantó lentamente, a pesar de todos sus tónicos y pociones, sus cientos de años le pesaban, cientos de años protegiendo a esa tierra de las invasiones de otros mundos y épocas, simplemente por el simple hecho de tener una hierba que podia dar, a la vez, la vida eterna y la juventud eterna, lo cual no era nunca lo mismo, pero lo que nadie sabia es que esa hierba solo crecía en un sitio especial y solo una vez cada cien años y estaba protegida por una criatura ancestral que solo dejaría pasar a alguien digno de ella, el resto seria devorado y sus huesos abonarían el suelo para la planta, aunque para aquellos a los que la bestia considerada dignos, solo se necesitaba tomar una sola poción para conseguirlo todo, no era necesario volver a tomar otra toma nunca jamás y aunque a él le hubiera gustado tomarla y proteger eternamente su tierra, tenia miedo de no ser digno de ello y ser devorado por la bestia.

-¿Quien, cual de todos los Viajeros cree que hay dentro? -inquirió levantándose y mirándolo fijamente sin acabar de creérselo.

-El único de todos que eligió ser humano, aunque un orco que llegó como apoyo también tenia algo de conocimientos del lugar, dijeron que el portal de abriría en un lugar llamado Egipto y que el jefe seria algo llamado...

-Apofis -murmuró el anciano sentándose en la cama y sacudiendo la cabeza con desesperación ya que sabia quien era la bestia, aunque no tenia ni idea de para que querría una bestia inmortal conseguir esas hierbas, mas bien para quien las querría seria la pregunta mas exacta, aunque esa respuesta la sabia aunque no quería saberla.

-Mi señor, cuando diréis la verdad a los Viajeros, deben dejar las guerras intestinas y decidles cual es su verdadera misión en este mundo o será demasiado tarde, cada vez se abren portales con menos intervalo de tiempo y pronto será tarde para poder detenerlo.

-Pronto, en unos dos o tres meses de tiempo real, en ese tiempo, lo que entraron a este mundo creyendo que era un juego se cansaran y no se conectaran mas, el resto, los que se queden serian los guerreros de Elerianna, ahora solo queda esperar y rezar a los dioses que salgan con vida de esto.

El orco se acercó a Andrew en cuanto acabo de hablar y Godrik ordeno a todo el mundo que se preparara para entrar al portal tan pronto este se abriera, llevaban varias acemias cargadas con viveres y sacos de dormir, ya que no sabian, ni que encontrarian ni cuanto tiempo estarian dentro, ya que dentro de la otra dimension el tiempo pasaba a velocidad diferente. -¿Cuanto de cierto hay en lo que les has contado? preguntó mientras lo miraba de arriba a abajo y sonreia al ver que su armadura era verde-. ¿Y quien se supone que eres?

Andrew sonrió y señaló al portal de piedra. -Varias de las criaturas que he dicho estan ahí representadas, solo he dicho lo que veo, hay mas cosas, pero no las he reconocido todas, solo espero equivocarme con Apofis, es un demonio inmortal, asi que no se que tendremos que hacer para evitar que el portal se desborde, en cuanto a quien soy investiga cuando te desconectes, en cuanto a ti, se quien eres y la verdad es que no es complicado para aquel que lea ese tipo de novelas: un orco enorme lleno de tatuajes, y con una espada mas grande que tu, sin contar el pañuelo, ¿hace falta decir tu nombre?

El orco iba a decir algo, pero en ese momento un extraño remolino de agua azul se creó en el centro del portal y su superficie se aplanó pareciendo ser la de un espejo.

Antes de que nadie hiciera ningún movimiento, el señor de la ciudad se acercó a Andrew mientras observaba como los orcos montaban en sus pequeños caballos y se colocaban en su lugar para entrar a través del portal, el cual era tan grande que podían entrar diez personas cada vez.

-¿Conoces al orco con el que has estado hablando?

Andrew negó con la cabeza.
-No, aunque es un viajero que decidió ser un orco.

Godrik abrió los ojos como platos ante la sorpresa, pero luego una sonrisa medio torcida cruzó su cara.

-Pues algo malo ha hecho ese orco, es la primera vez que veo un contingente orco tan poco numeroso y de tan bajo nivel para entrar a un portal, no se a quien habrá enfadado, pero sea quien sea no quiere que regrese, el problema es que debido a eso, si es cierto lo que dices, tenemos muy pocas posibilidades de salir victoriosos.

Después de eso, Godrik dio la orden de entrar a traves del portal, primero entraron los arqueros, después el contingente aliado, los enanos y los elfos seguidos de los caballeros con las armaduras mas pesadas, junto con los orcos montados a caballo y el señor de la ciudad, ya que según él, su misión era salvar a la ciudad de todos su males y después los magos a la vez que las acémilas.

Andrew entró junto con el contingente aliado a traves del portal, pero mientras esperaba su turno, de quitó la armadura, guardando la en su mochila de almacenaje y se puso el jubon de cuero ligero y nada más, si aparecían en un desierto, lo caballeros, los orcos y los tarpanes lo iban a pasar muy mal.

De repente pareció que era succionado por el portal en el momento que su pie lo toco y le pareció viajar a traves de las estrellas hasta atravesar un círculo oscuro y de repente sintió una calor sofocante y un viento tan caliente que notaba como todo su cuerpo se hervía y un desierto de tamaño inconmensurable mirase en la dirección que mirase.

Mientras miraba a su alrededor sorprendido, apartándose para que el resto del ejército pudiera pasar, al ver dos soles en el cielo, varios exploradores saltaron de la plataforma en la que se encontraban al suelo arenoso, pero apenas habían dado unos pocos pasos cuando fueron engullidos por la arena sin ni siquiera haber podido dar un solo grito de alarma.

Uno de ellos, un elfo gris, pudo cargar su arco y disparar hacia la arena antes de que la arena se lo llevara, pero la flecha pareció rebotar en algo duro haciendo un sonido que a Andrew le sonó como a un gong.

El resto del contingente fue entrando mientras que de los veinte exploradores solo quedaba uno, el cual no se atrevía a moverse del lugar del que estaba mientras miraba a su alrededor asustado sin saber que hacer.

En el momento de que Godrik atravesó el portal y fue informado de lo que había pasado, solo dijo una palabra, pero pareció más bien que la escupió: Avariciosos.

Después de eso y seguido de su guardia de élite, que habían cambiado sus armaduras por un simple peto, dió la vuelta al lugar en el que nos encontrábamos, una especie de círculo de cerca de trescientos metros de radio, elevados unos dos metros de la arena circundante del desierto.

Andrew se acercó a un miembro del contingente aliado, a un enano que miraba con desprecio como los humanos se quitaban las armaduras mientras que todos los enanos llevaban sus citas de mallas que le llegaban hasta debajo de sus rodillas con refuerzos metálicos en los codos y rodillas.

-Perdonad, buen enano, ¿Que es eso de Avariciosos?

El enano lo miró de arriba a abajo y sonrió de forma paternal.

-¿Es tu primera vez en un portal de este tipo, verdad? En un lugar de estos no hay grandes recompensas por partes de los señores, ya que el que entra lo hace de forma voluntaria, así que el que encuentra algo, sea lo que sea se lo queda y en algunos casos, si lo que se encuentra es muy raro o extravagante, algunos coleccionistas pagan verdaderas fortunas por ello, pero no se te ocurra meterte en mi camino -añadió mirándolo fijamente-, a veces en lugares como este les ocurren accidentes a los que se entrometen dónde no deben.