Errores

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-Mi señor, tenemos un pequeño problema -murmuro uno de los trillizos inclinándose delante del anciano, aunque ya no estaban en una oficina, en cambio estaban en una inmensa habitación de piedra gris con grandes ventanales desde los que se podía ver un bosque que parecía no tener fin y una cordillera de montañas enormes cuyos altos picos tenían nieve todos los días del año, el anciano, vestido con una túnica blanca, se alejó de la chimenea y se acercó lentamente al que le había hablado, maldiciendo internamente ya que las ventanas no tenían cristales y pasaba frío, aunque esperaba arreglar ese tema pronto.

-¿Que ocurre, cual es el problema?

El sirviente, tragó saliva, ya que lo que iba a decirle a su señor no le haría mucha gracia.

-Solo uno de los cincuenta elegidos ha escogido ser humano.

-¿Cómo es posible eso? Musitó el anciano sentándose en un sillón y moviendo la cabeza con desesperacion-, ¿Estamos seguro de eso?

Otro de los trillizos sacó un pergamino y lo abrió.

-Tenemos 23 elfos, 11 enanos, 2 drows, 1 vampiros y 8 beastkins.

El anciano miró a los sirvientes y enarco una ceja.

-Eso, contando al humano son 46, ¿Y los otros cuatro?

-Escogieron ser orcos, mi señor.

-¿¡Cómo que orcos!? El anciano se levantó hecho una furia mientras que los trillizos se encogían ante su señor, era un líder benévolo, pero a veces tenía ataques de furia ante los cuales los tornados eran brisas-. ¡Pues menos mal que no les dimos la posibilidad de ser Morlocks o habría sido el fin.

-No hay por qué preocuparse, los sistemas de ayuda solo iban a activarse si se escogía la raza humana.

-¿Que no me preocupe? -pregunto con ironía el anciano mirando fijamente al que había hablado-, todas las criaturas tienen un tipo de crecimiento preestablecido de unos pocos puntos de desarrollo al subir de nivel, siempre a sido así y nosotros no podemos evitarlo, pero tú te imaginas el crecimiento de un orco bajo el control de un cerebro humano, ¿Lo has pensado?

Los tres trillizos lo miraron asustado, hasta el momento habían conseguido repeler los ataques del Triuvirato ya que carecían de disciplina militar y, a pesar de todo su desarrollo armamentistico, eran poco inteligentes a la hora de elaborar estrategias de batalla, pero ahora, con mentes humanas, iba a ser diferente.
Lo que no entendía era el por qué la gente no había elegido ser humanos.

Andrew sonrió con la cara y las uñas sucias, la mina de hierro que había encontrado por casualidad en el otro juego estaba allí, oculta detrás de unas zarzas en las que se había ocultado, al principio del juego, huyendo de unos lobos, se había acercado con mucho cuidado al lugar, pero no había encontrado animales, además tampoco se había adentrado en la mina, ya que no tenía armas, simplemente había recogido el mineral del suelo y lo había guardado en el dieron, que contenía un pequeño bolsillo dimensional para objetos: exactamente para diez, aunque se podía aumentar, pero de momento le valía: se podía poner cualquier cosa en cada espacio, pero podía cargar cualquier cantidad, así pues cien monedas de plata ocupaban un espacio y los diez kilos de hierro otro y teniendo en cuenta de qué en el juego el kilo de hierro costaba diez monedas de plata, se aseguraba cien monedas de plata más para comprar equipo, así que sonriendo y de buen humor se dirigió hacia la muralla de la ciudad.

Mientras se acercaba vió que las murallas medían casi quince metros de altura y la circunferencia sobrepasaba los cinco kilómetros, además cada cuarenta metros había una torre que se alzaba hasta los dieciocho y en lo alto se podía ver una balista y una catapulta, además de diez arqueros.

ELERIANNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora