Nunca dejaré de querer a Lowell Banch.
Diciembre
23 de diciembre.
Vísperas de Navidad.
Barcelona, España.
—¿Dónde está mi teléfono? —le pregunto a mi primo mientras me remuevo encima de sus piernas.
Veníamos todos apiñados en el auto de Sergio, bueno, cuando digo todos me refiero a Lowell, los gemelos, Oliver y yo.
La idea de agarrar taxi en el aeropuerto no nos pareció favorable, teniendo en cuenta de que a ninguno se le ocurrió la idea de hacer el cambio de moneda en el aeropuerto y todos cargábamos libras en vez de euros.
Aunque debo resaltar el hecho de que viajar todos en un vuelo comercial por perdernos el jet de la familia de Lowell también significó mucho, porque andar como si nada con un príncipe en un lugar tan aglomerado llama demasiado la atención de las personas y más en su país.
Ni se imaginan todo lo que corrí con mis maletas, pareciera que nos iban a robar.
—¿No lo traías en tu bolsillo? —responde Oliver metiendo sus manos como puede en la pequeña mochila en mi espalda —aquí no está.
Me reviso los bolsillos y no siento nada, como lo haya dejado en el avión me muero, tengo demasiados recuerdos allí que sentiría como si me borraran la memoria.
—¿Mathias podrías llamarme, por favor? —le pido al gemelo que venía casi encima de su hermano que estaba dormido desde que se subió al auto, este pobre muchacho no ha dormido nada, creo que apenas ha podido pegar el ojo.
Sabía que Oliver traía su teléfono apagado, Maxim lo tenía bloqueado y Lowell había enviado todas sus pertenencias con Unai en el jet con los demás.
Estuviéramos de lo más tranquilos si no fuera por culpa de Oliver que olvidó su pasaporte en mi casa, aunque si hubiera estado completamente despierto no lo hubiera hecho.
—Voy.
El gemelo enseguida hace lo que le pido y en menos de un minuto mi teléfono empieza a sonar, al menos sé que no lo olvidé en el avión, escucho que el sonido proviene del piso, qué extraño.
Me muevo otra vez encima de Oliver, que venía cargándome porque no había más espacio en el auto —espero que el pobre Sergio no reciba alguna multa por el sobrepeso, aunque bueno creo que trabajar para la familia real trae algunos beneficios —y me agacho un poco buscando el pequeño aparato por debajo de las sillas delanteras.
Escucho la risa de Lowell y Sergio al ver mi posición y las quejas de Oliver.
—Si te sigues moviendo así me dejarás sin la fábrica para mi familia, oso.
Los demás se ríen de inmediato —y eso que no quiere tener hijos el esqueleto ese, siempre sale con sus cosas para avergonzarme —yo ruedo los ojos mientras intento estirar mi brazo hasta la mitad del puesto de Sergio en donde hace un segundo vi la iluminación de la pantalla de mi celular, no entiendo cómo llegó eso ahí.
—Lo tengo. —anuncio alzándolo y por fin acomodándome, le pido disculpas a Oliver y él como respuesta alza los hombros despreocupado.
Me levanto y rectifico mi bandeja de entrada, por el mensaje de Eliana sé que los demás ya han llegado a la casa de los Banch, me imagino a mis padres todos alterados por los irresponsables de nosotros que perdimos la oportunidad de viajar en el jet privado. Con ellos están Korie y mis hermanos.
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En Medio de Coronas
JugendliteraturNicole nunca se imaginó fijarse en él, pero su desinteresada forma de ver el mundo y su maravillosa manera de hablar la volvían loca. Él tenía apariencia de chico coqueto e insensible, pero lo que nadie sabía era que sobre su espalda recaía el rumbo...