Capítulo 25

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Junto a él era lo que nunca me imaginé ser.

Jueves.

Saint George's Day.

—¡Permiso, quítense, por amor del altísimo! —repite en español Eliana tratando de apartar a la multitud de personas que estaban desde la entrada hasta el pasillo que da a las piscinas del colegio —¡Abran paso, vacas, caballos y burros! ¡Vayan para el corral, chu!

Me rio, pero a la vez también quiero gritar al ver cómo esto parece un panal de abejas.

—Odio esto —digo apretándole la mano a Eliana para no perderme, porque tengo esa dificultad de que me distraigo fácilmente y me desubico por segundos.

Hoy se dio inicio a las olimpiadas y como era de esperarse Lester está más lleno que nunca, muchos estudiantes de último año de todas las secundarias de la ciudad e incluso dos de Manchester están aquí presentes. La inauguración se había dado hace unas horas y después empezaron los juegos como tal. 

Durante estos 9 días en los que duran las olimpiadas los horarios de clases se detienen, es decir, que de lo único que se va a hablar es sobre deportes, adicionando el hecho de que es obligatorio de que toda la escuela asista a los acontecimientos, eso ayuda en las cartas de recomendación para las universidades como aporte al historial del estudiante, y ahora las universidades también se andan fijando en la parte social. 

Yo no vengo obligada, yo vengo a disfrutar las vistas que Lowell va a ofrecerme.

—¡¿Dónde está Max?! —escucho que pregunta Eli mientras logra colarnos por fin adentro del lujoso complejo acuático de la escuela, creo que es hasta mejor que el de la ciudad, todo esto está repleto, incluso me atrevería a decir que hay más personas que las que había hace minutos en el coliseo —¡Se supone que venía detrás de nosotras!

Miro el tablero que nos anuncia que en 6 minutos empieza la primera modalidad, la cual es 100 metros mariposa, y Lowell Banch va a participar claramente, una canción de 50 cent inunda el enorme lugar y a mí me empieza a retumbar hasta el cerebro por el ruido combinado.

—Ahora le escribimos, Eli, busquemos un espacio, rápido —comento mirando para todos lados, no puedo perderme este espectáculo —¡Allá hay uno, vamos, corre!

Corremos con total cuidado de no caer como papas a la piscina y subimos las escaleras de las gradas rezando para que nadie se nos adelantara y se sentara, cuando por fin llegamos a la fila pedimos permiso casi que, en coro, hasta que por fin nos sentamos. 

Mi celular empieza a vibrar dentro de mis vaqueros de repente y cuando lo saco esperaba que fuera una llamada de Maxim, pero no, es de Lowell.

—¿Lunar? Dime que pudiste entrar —escucho su voz y enseguida el eje de mi vida se invierte —esto parece un mismo concierto.

Concuerdo con él, es como si el joven Bieber estuviera regalando una presentación musical gratis.

—Sí, casi que no, pero se pudo ¿Cómo estás? —le pregunto casi que, gritando, el eco en este lugar es horrible y si muchos adolescentes hablan a la vez más la música es imposible oír bien.

Escucho a la lejanía la risa de Lowell, la cual hace que sonría inconscientemente.

—Estoy bien, relájate, que esto es pan comido para mí —responde con el ego por las nubes, debería de darle unas clasecitas de humildad —quería verte antes, pero el entrador es algo paranoico con el tema de la puntualidad, ni siquiera nos dejó ver la inauguración.

Me rio y mientras veo como Eliana pega severo grito y se coloca de pie, me doy cuenta que se trata de un despistado Maxim que camina buscándonos. No había visto a Lowell esta mañana, por lo que debía esperar hasta que esta etapa y la siguiente terminara.

En Medio de CoronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora