Una obra de arte difícil de entender.
Me remojo los labios y empiezo a formular oraciones manipuladoras para hacer que el castaño entre en razón, así sea a la fuerza.
—Pero, ¡¿qué estás diciendo, tío?! —le grita Lowell a un Maxim que solo faltaba que se le arrodillase al castaño para que accediera a su propuesta —hace años que no juego al fútbol y ni siquiera conozco cómo funciona el equipo.
Maxim pasa una mano por su cabello frustrado, hasta que se vuela la cerca y sube las escaleras de las gradas de dos en dos hasta llegar a nuestro lugar, lo último que hace es juntar sus manos en forma de súplica.
—Che, Lowell, en quince minutos te lo podemos explicar y algo debés recordar, las cosas que un día amaste nunca se olvidan —le contesta el gemelo mientras se mueve inquieto —hacélo por todos nosotros, hacélo por vos, amigo.
Los demás no dicen nada, ni Eliana se mete, sabemos que es un asunto personal de Lowell y solo él tiene la autoridad de aceptar o no. Aunque creo que no hay mejor oportunidad como esta para poder quitarse el miedo que desde hace rato carga encima, así sea por esta vez.
—Max, ¿por qué crees que podré ayudaros? —inquiere Lowell meneando su cabeza, no sé cómo describir lo que expresa su rostro —nunca me habéis visto jugar, no sabéis si juego bien al caso.
—Yo sí, flaco —responde enseguida el rubio teñido de gris mirándolo fijamente como si quisiera decirle algo a lo cual Lowell capta en menos de un segundo —vení, te lo suplico.
El español suspira y luego me mira a mí, tiene una cara de miedo que logra visualizarse a metros, por Dios, él puede hacerlo, sé que puede, es más valiente que muchos de los que estamos aquí presentes.
—Pero tío, no podéis pen...
Ni siquiera dejo que termine la frase porque me coloco en puntillas y le planto un beso, iba a seguir negándose si no lo callaba, Lowell solo necesita un empujoncito para dar el paso.
—Sé que puedes, Lowell Banch —le digo cuando me despego de él y veo que me observa detenidamente —nunca fallas, es algo que no va contigo, así que ve y juega, confía en ti, porque yo lo hago.
El castaño me dedica una pequeña sonrisa, luego mira a Maxim y a la cancha, por Dios, que hable rápido. Finalmente hace un asentimiento con su cabeza. Sonrío, le quito la gorra de repente y me la pongo yo, Lowell se ríe y escucho como Maxim pronuncia que tan rogado se pone el chico. Los dos empiezan a bajar las gradas, no sin antes oír el grito de Eliana.
—Rómpete una pierna.
Lowell volteó a mirarla con una cara de pocos amigos a lo que ella respondió tirándole un beso, Eliana como siempre.
—Ojalá eso no pase —pronuncio luego de volver a sentarme, a mi lado escucho el amén de Eli.
El tiempo de receso pasa volando, cuando aparecen los jugadores en el campo noto que Lowell viene caminando al lado del entrenador quien le está diciendo muchas cosas mientras señala puntos específicos en la cancha, el uniforme le queda bien, como todo lo que usa, observo que lleva el número 19 en su espalda, una sonrisa aparece en mi rostro sin querer, como él lo haya hecho a propósito se merece otro helado, aunque bueno, ahora también tengo que hacer lo que él pida como juré ese día, ya no sé si arrepentirme de eso.
Por los altoparlantes se anuncia el cambio de jugador y cuando pronuncian el nombre de Lowell no todo el estadio enloqueció, también el entrenador del otro equipo, seguramente dentro de sus tácticas solo tenía conocimiento de los jugadores y posiciones de nuestro equipo actuales y que de repente un jugador extraño aparezca le iba a dañar todo su plan, observo como va a reclamarle al árbitro y este no sé qué carajos le dice, pero logra cabrearlo más.
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En Medio de Coronas
Novela JuvenilNicole nunca se imaginó fijarse en él, pero su desinteresada forma de ver el mundo y su maravillosa manera de hablar la volvían loca. Él tenía apariencia de chico coqueto e insensible, pero lo que nadie sabía era que sobre su espalda recaía el rumbo...